Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Catalina Luca de Tena, que cierra dinastía, será siempre la mujer más importante de ABC.
Un instante delicioso del feminismo es cuando Bonaparte, a quien le gustaba decir cosas desagradables para que sus interlocutores se sintieran incómodos (arte del que hizo todo un sistema, al decir de Madame de Staël), abordó a la bella viuda de Condorcet: muy tieso (¡las alzas!) delante de ella, dijo que no le gustaba que las mujeres se mezclaran en política.
–Tenéis razón, general –respondió ella–, pero en un país donde se les corta la cabeza, parece natural que quieran saber por qué.
CLT, que había estudiado Historia del Arte, parecía llegar al periodismo sólo para saber por qué se habían dejado en él la vida tres generaciones de su familia. Llegó a Serrano, 61 un día de los 80, y lo hacía con la laureada de sufrimientos por la patria, que en su casa era el periódico, con todas las privaciones que imponía la crisis para pagar las nóminas. El periodismo, en efecto, era otra cosa.
–¿Cree usted –le dijo don Torcuato, el fundador, a un redactor– que si esto fuera una oficina de cuenta y razón valdría la pena de que nos llamáramos periodistas?
CLT lanzó el ABC de las Artes (colapsando los talleres de Casto y Ovidio, que eso era arte), cubrió la muerte de Borges en Suiza, y en España Borau, cineasta y académico, empezó a decirle “Margaret” (por Margaret Sullavan, primera mujer de Fonda), y Martín Chirino, el herrero de la elegancia, la hizo “lady”, Lady Margaret, en la fragua: “Es la primera vez que hago una escultura en una velada con amigos”.
Por eso la emoción en CLT al hacerse cargo de la estatua del fundador (un soberbio bronce de Benlliure): no pudiendo estar entre periódicos (como estaba en la Biblioteca de Serrano, donde íbamos los becarios a ver a Pilar Trenas), estaría entre olivos, el árbol de la humildad y la discreción, según Pemán, que resume en pregunta su elegía de la Casa Grande: “¿Por qué los últimos vástagos de las grandes familias suelen ser mujeres?”