Edward Coke
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
En un Estado de Derecho, tautología que no se les cae de la boca a nuestros estatalistas oficiales (políticos, periodistas, profesores), la única justicia es la justicia legal: la justicia emana de la ley y se administra en nombre de la ley.
Pero en el 78, Abril, ingeniero agrónomo, y Guerra, director teatral, creyeron que en una Constitución (su Constitución, por cierto, no define el “poder judicial”) quedaría más elegante decir, y lo dijeron, que la justicia emana del pueblo y se administra en nombre del Rey.
Bueno, pues ni esa licencia poética respeta el gobierno de Sánchez, personaje asilvestrado que en España preside, de hecho, los tres poderes, y que ha vetado la presencia del Rey en Barcelona para la entrega de despachos a jueces, entre los cuales no se ve a ningún Coke que explique a Sánchez que no es el gobierno el sostén del derecho, sino el derecho el sostén del gobierno. Coke es inmortal por su coraje de decirle a Jacobo, más bruto que el cerrojo del Purgatorio, que “el Common law protege al Rey”, contra lo cual se revolvió el Estuardo gritando:
–¡Esta afirmación constituye traición: el Rey protege al Derecho, no el Derecho al Rey!
Y se desmayó (el juez, no el tirano), entrando a la Historia.
Parafraseando a Cánovas, puede decirse que los juristas como Coke producen naciones libres y que los juristas como Lesmes producen naciones sumisas, sometidas a leyes inicuas que ordenan borrar de la memoria lo que ordena la autoridad.
Lo peor del 98 no fue la pérdida de Cuba (ni la mala literatura que le siguió), sino el estallido del tabarrón catalán. “Las monarquías –tabarreaba hace cien años Cambó, abogado de la ‘normalidad’ con ‘normas’– no caen por los republicanos que las combaten, sino por los monárquicos que las engañan”. Y los de “El Sol” concluyeron:
–La solución tranquila y fecunda de la demanda catalana depende de su inclusión en la más vasta demanda del nuevo liberalismo español.
Es lo que emana hoy del diario gubernamental... y Edmundo Bal.