Pepe Campos
Taiwán
Entre una gran mayoría de entrenadores buenistas del fútbol actual, Klopp no lo es. Simeone y Mourinho parecían entrenadores con ideas y criterios de toda la vida, pero parece que han claudicado por exigencias del sistema. Ya hemos dicho en alguna ocasión que el fútbol no había sido nunca toque y toque, y posturita y posturita. Desde ese planteamiento poco a poco se acercará al fútbol sala, a asemejarse a espectáculos de entretenimiento para solteros y casados. Nunca he entendido en estos últimos años, que nos han tocado vivir en el mundo del balón, cómo era posible que ningún equipo se fijara en la gran estrella del fútbol sala, el portugués Ricardinho (por ejemplo). Este prestidigitador futbolero se habría hinchado a hacer juegos malabares y a meter goles en cualquier equipo importante, en los partidos buenistas. Ahora bien, de nunca el fútbol fue eso que los publicistas de la concordia estratégica y filantrópica quieren introducir en el deporte rey, desde Valdano a Guardiola, al querer convencer a todos los equipos (incluidos los inferiores) a que sólo se dediquen, en todos los partidos, a tocar el balón, y volverlo a tocar, a marearlo, para que por el camino ganen siempre los equipos con las mejores plantillas (en teoría). Menudo tostón: resultados abultados y una verdadera mentira.
El concepto futbolístico buenista que padecemos se basa en 1) ese excesivo sobe del balón (una pelota que ya no es la de antes, endiabladamente dura, sino blandengue, fofa, con la que se pueden hacer magias sin sentido, sin evidente fuste), un sobeo que convierte a jugadores de pitiminí en artistas y, de paso, a futbolistas con talento táctico en perseguidores del balón por el pasto. Además, ese concepto tiquitiquero del fútbol consiste en 2) la defensa en zona, para que no exista vigilancia sobre los mejores integrantes del equipo grande y puedan estar por el campo de juego como Messi por su casa. En esa dirección, llegamos a la 3) inexistencia de marcajes, para no agobiar a las figuras, a los balones de oro, porque ya tienen bastante los pobres con meter goles y goles para poder conseguir que alguno de sus goles sea recordado por los aficionados piperos cuando vuelvan a casa tras los partidos con la mente obnubilada. Pero hay otro elemento característico del buenismo futbolístico que es esencial: 4) jugar sin cargar la suerte una vez convertido el rival en un marmolillo domesticado (al estilo de los toros de Juan Pedro Domecq), ya cualquier figura puede toquetear el balón con la seguridad de que ningún contrario le va a meter la pierna de veras para llevárselo, en jurisdicción, es decir, en cercanía, en el embroque, donde se decide quién es quién, quién puede y quién no puede. La ausencia de garra y el desconocimiento de los terrenos, son otras de las características (la quinta y la sexta) del fútbol de parque temático para turistas instalado hoy en el orbe del balompié.
Se piensa que el Ajax de Johan Cruyff era un equipo de exquisiteces. Nada más alejado de la realidad. No hace mucho volví a ver, un poco por encima, un partido de semifinales de la vieja Copa de Europa, de comienzos de los años setenta, entre el Ajax y el Real Madrid, en Amsterdam, partido de ida (1973). La manera de meter la pierna (de cómo cargaban la suerte los jugadores del Ajax) era espeluznante, con el agravante que quienes se jugaban la canilla eran algunos contenidos futbolistas del Real Madrid, donde destacaba uno de los más sabios que han existido, Don Amancio Amaro Varela, que tenía que quitarse las embestidas de encima de los contendientes holandeses saltando para que no le segaran las espinillas las guadañas neerlandesas. Era un fútbol físico donde para sobrevivir hacía falta tener corazón, talento y sentido de la colocación. Nada de buenismo, nada de concesiones. La cosa consistía en jugar a ganar, con la fortaleza y el conocimiento de cada equipo adaptado a las condiciones de juego de cada futbolista. Y si había que realizar marcajes se hacían. Existían jugadores expertos en saber llevarlo a cabo. Porque especialistas había para todas las posiciones, en esos comienzos de los setenta del siglo pasado. Una primera lista: para el extremo (Ufarte), para el delantero centro (Müller), para el medio de apertura (Netzer), el medio de enlace (Bogicevic) o el líbero (Beckenbauer), etc.
Ese fútbol reñido citado se echa de menos ahora, para que los partidos se equilibren y para que cuando se quiera comparar el fútbol de una época con otra anterior, el análisis y la valoración sean más ajustados. Hoy, un entrenador que no quiere que sus equipos queden completamente a merced del contrario, sino plantearle problemas para conseguir ganarle es Jürgen Klopp, un entrenador táctico no buenista, que, en muchos aspectos apuntados, hace retrotraer al fútbol a su base, a la disputa, a la seriedad, al compromiso con los colores y con la afición. Una bocanada de aire fresco.
__________
Pepe Campos es profesor de Cultura Española
en la Universidad de Wenzao, Kaohsiung, Taiwán