Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Al funeral (de Estado, por supuesto) que le ha hecho el periodismo (de Estado, “of course”) al Barça de Anfield le ha puesto un responso floral Javier Clemente en un tuit:
–El fútbol es un poco como el ajedrez, tácticas, estrategias con un jugador rival que intenta evitar que tú juegues bien y así ganarte. Creo que el Barça el día de la Roma y en Liverpool ha perdido por sus “victorias”, se le olvidó el ajedrez.
El responsable del “Annual” culé no fue, pues, ese recogepelotas que anduvo al loro en el cuarto gol del Liverpool. Tampoco lo fue “el poder de resiliencia del Liverpool”, como señaló “The Sun”; un poder extraordinario y sólo comparable al del Visitante Misterioso de Zidane. El responsable fue El Chingurri (mote cariñoso que Clemente puso a Valverde), por no llevar leídos los “Fundamentos del ajedrez” de José Raúl Capablanca, sobre todo el del “zugzwang”, del que fue maestro el genio cubano (hijo de españoles), palabro alemán que indica la posición en que el jugador obtiene un resultado peor si le toca mover una pieza que si no le toca.
–Capa –escribe Cabrera Infante– se sonreía observando la cara de su contrincante cuando producía lo que parecía un zigzag y era un “zugwang”.
¡Ajedrez! ¡Fútbol y ajedrez! Clemente fue un seleccionador del Combinado Autonómico al que se recuerda por consignas propias de Gecé: “Un plátano, ¡y a la ducha!”, era una. Una vez que tenía que ganar a Eslovaquia para ir al Mundial de Francia le preguntaron cuál era el plan, y contestó: “Todos los jugadores deben salir al ataque, y en seguida también todos deben irse hacia atrás a toda leche”. Ahora atribuye la rota del Barcelona en Liverpool al olvido del ajedrez, que el fútbol es un poco ajedrez.
Clemente introduce, sin saberlo, una serpiente en el jardín. Para empezar, las reglas del ajedrez son constitutivas del juego: no necesitan de árbitro. Pero las reglas del fútbol son declarativas: sí necesitan de un árbitro. De hecho, sin árbitro no se entenderían algunas gestas culés en Europa. Por otro lado, y como sabemos por el orientalista Richard Burton, el ajedrez es un juego erótico: “Todo consiste en poner horizontal a la reina”. Que en el fútbol, y en Europa, sería el Real Madrid.
Hará cosa de cinco o seis años, en una noche de invierno, salió en manga corta al césped del Bernabéu para hacer un saque de honor el noruego Magnus Carlsen, campeón del mundo de ajedrez, que se declaró seguidor… de Sergio Ramos, aunque tampoco me imagino yo a Carlsen explicándole a Ramos aquella teoría “freudulenta” (Cabrera Infante) según la cual “darle jaque mate al rey opuesto en ajedrez equivale a castrarlo y devorarlo, haciéndose los dos uno solo en un ritual de homosexualismo simbólico y comunión canibalística”, si bien se impone una tertulia maravillosa, amenizada con las imágenes del desastre culé en Inglaterra, entre Ramos, Carlsen y Clemente, para ir calentando la Finalona del Wanda, “una Final de Estado”, al decir de los telediarios, entre el Liverpool y el Tottenham Hotspur (¡el equipo de los positivistas lógicos, con sir Alfred J. Ayer a la cabeza!), dos equipos de la nación que precisamente no tiene Estado (tiene “government”, que es otra cosa, y bastante más interesante). La tertulia se presentaría en un plató de Roures, el basilisco de la lucha de clases que dice haberse aficionado al ajedrez en las cárceles franquistas, mucho antes de que Leoncho García lograra convertir el juego en asignatura escolar.
Todo esto, claro, suponiendo que haya Finalona, pues Pochettino, el entrenador de los Hotspur, ya ha denunciado los precios de los hoteles (¡precios de Estado!) que se ofertan en Madrid al hilo del acontecimiento, prohibitivos incluso para economías como la de Daniel Levy, propietario del Tottenham, o la de John William Henry II, propietario del Liverpool, quienes podrían alojar a sus futbolistas en hostales de los alrededores, como Chinchón o Nalvalcarnero, reservando cama en la capital sólo para las dos grandes estrellas de la Finalona, que son Pochettino y Jürgen Klopp, el tipo que se lleva la gloria destinada por el periodismo de Estado a Guardiola, el Gran Lúser de Europa. Klopp se comió al Barça Tripletero como acostumbra comerse los raones (los mejores del mundo, nada que ver con esos loros almerienses que venden con el nombre de galanes en Madrid) en la cala ibicenca de Es Cubells.
Mientras, el madridismo, arrojado a un rincón neutral por su mala cabeza, condena a Bale para salvar… a Isco. Quizás lo merezca (el madridismo).
Abc
Al funeral (de Estado, por supuesto) que le ha hecho el periodismo (de Estado, “of course”) al Barça de Anfield le ha puesto un responso floral Javier Clemente en un tuit:
–El fútbol es un poco como el ajedrez, tácticas, estrategias con un jugador rival que intenta evitar que tú juegues bien y así ganarte. Creo que el Barça el día de la Roma y en Liverpool ha perdido por sus “victorias”, se le olvidó el ajedrez.
El responsable del “Annual” culé no fue, pues, ese recogepelotas que anduvo al loro en el cuarto gol del Liverpool. Tampoco lo fue “el poder de resiliencia del Liverpool”, como señaló “The Sun”; un poder extraordinario y sólo comparable al del Visitante Misterioso de Zidane. El responsable fue El Chingurri (mote cariñoso que Clemente puso a Valverde), por no llevar leídos los “Fundamentos del ajedrez” de José Raúl Capablanca, sobre todo el del “zugzwang”, del que fue maestro el genio cubano (hijo de españoles), palabro alemán que indica la posición en que el jugador obtiene un resultado peor si le toca mover una pieza que si no le toca.
–Capa –escribe Cabrera Infante– se sonreía observando la cara de su contrincante cuando producía lo que parecía un zigzag y era un “zugwang”.
¡Ajedrez! ¡Fútbol y ajedrez! Clemente fue un seleccionador del Combinado Autonómico al que se recuerda por consignas propias de Gecé: “Un plátano, ¡y a la ducha!”, era una. Una vez que tenía que ganar a Eslovaquia para ir al Mundial de Francia le preguntaron cuál era el plan, y contestó: “Todos los jugadores deben salir al ataque, y en seguida también todos deben irse hacia atrás a toda leche”. Ahora atribuye la rota del Barcelona en Liverpool al olvido del ajedrez, que el fútbol es un poco ajedrez.
Clemente introduce, sin saberlo, una serpiente en el jardín. Para empezar, las reglas del ajedrez son constitutivas del juego: no necesitan de árbitro. Pero las reglas del fútbol son declarativas: sí necesitan de un árbitro. De hecho, sin árbitro no se entenderían algunas gestas culés en Europa. Por otro lado, y como sabemos por el orientalista Richard Burton, el ajedrez es un juego erótico: “Todo consiste en poner horizontal a la reina”. Que en el fútbol, y en Europa, sería el Real Madrid.
Hará cosa de cinco o seis años, en una noche de invierno, salió en manga corta al césped del Bernabéu para hacer un saque de honor el noruego Magnus Carlsen, campeón del mundo de ajedrez, que se declaró seguidor… de Sergio Ramos, aunque tampoco me imagino yo a Carlsen explicándole a Ramos aquella teoría “freudulenta” (Cabrera Infante) según la cual “darle jaque mate al rey opuesto en ajedrez equivale a castrarlo y devorarlo, haciéndose los dos uno solo en un ritual de homosexualismo simbólico y comunión canibalística”, si bien se impone una tertulia maravillosa, amenizada con las imágenes del desastre culé en Inglaterra, entre Ramos, Carlsen y Clemente, para ir calentando la Finalona del Wanda, “una Final de Estado”, al decir de los telediarios, entre el Liverpool y el Tottenham Hotspur (¡el equipo de los positivistas lógicos, con sir Alfred J. Ayer a la cabeza!), dos equipos de la nación que precisamente no tiene Estado (tiene “government”, que es otra cosa, y bastante más interesante). La tertulia se presentaría en un plató de Roures, el basilisco de la lucha de clases que dice haberse aficionado al ajedrez en las cárceles franquistas, mucho antes de que Leoncho García lograra convertir el juego en asignatura escolar.
Todo esto, claro, suponiendo que haya Finalona, pues Pochettino, el entrenador de los Hotspur, ya ha denunciado los precios de los hoteles (¡precios de Estado!) que se ofertan en Madrid al hilo del acontecimiento, prohibitivos incluso para economías como la de Daniel Levy, propietario del Tottenham, o la de John William Henry II, propietario del Liverpool, quienes podrían alojar a sus futbolistas en hostales de los alrededores, como Chinchón o Nalvalcarnero, reservando cama en la capital sólo para las dos grandes estrellas de la Finalona, que son Pochettino y Jürgen Klopp, el tipo que se lleva la gloria destinada por el periodismo de Estado a Guardiola, el Gran Lúser de Europa. Klopp se comió al Barça Tripletero como acostumbra comerse los raones (los mejores del mundo, nada que ver con esos loros almerienses que venden con el nombre de galanes en Madrid) en la cala ibicenca de Es Cubells.
Mientras, el madridismo, arrojado a un rincón neutral por su mala cabeza, condena a Bale para salvar… a Isco. Quizás lo merezca (el madridismo).
@Mongolear
EL KARMA DE ZIDANE
Buffon; Cafú, Maldini, Baresi, Roberto Carlos; Redondo; Gullit, Saviceviv, Raúl; Van Basten y Ronaldo. He aquí el equipo que Capello haría con todos los jugadores que ha entrenado. Capello es un entrenador “decisionista”, es decir de la escuela de Hobbes. Zidane, por el contrario, es un entrenador ondulante, de la escuela de Montaigne (¿sube o baja la escalera?) cuya única certeza es Lucas Vázquez, que empieza a ser para el Madrid como el águila para la 101 Aerotransportada. De Zidane hay que temer el karma: la eliminación paranormal del Ajax pareció el castigo a su osadía en el Bernabéu, igual que la aniquilación del Barcelona vino a compensar la soberbia de otro Triplete a coronar, además, en el Wanda madrileño.
Buffon; Cafú, Maldini, Baresi, Roberto Carlos; Redondo; Gullit, Saviceviv, Raúl; Van Basten y Ronaldo. He aquí el equipo que Capello haría con todos los jugadores que ha entrenado. Capello es un entrenador “decisionista”, es decir de la escuela de Hobbes. Zidane, por el contrario, es un entrenador ondulante, de la escuela de Montaigne (¿sube o baja la escalera?) cuya única certeza es Lucas Vázquez, que empieza a ser para el Madrid como el águila para la 101 Aerotransportada. De Zidane hay que temer el karma: la eliminación paranormal del Ajax pareció el castigo a su osadía en el Bernabéu, igual que la aniquilación del Barcelona vino a compensar la soberbia de otro Triplete a coronar, además, en el Wanda madrileño.