González, Guerra , Ramos y Boyer
Iban a ver a Brézhnev, pero no pasaron de Suslov, Ponomariov y Zagladin
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
El Estado de Partidos es la fórmula amable del Partido Único, que tan bien se da en España, cuyos hijos salen de la cadena de montaje bailando la sardana del consenso (“Casado pide a Rivera que apoye la investidura de Sánchez con la abstención”), fuera del cual sólo está (de momento) Vox, al que en las elecciones hicieron un Suárez’79, cuando, con las encuestas al revés, salió el Cánovas de Cebreros en TV con el truco o trato de que González y Guerra eran Brézhnev y Súslov y los españoles metieron las cabras en el corral, pues en España el miedo es el condimento de todas las salsas.
El consenso es apaño, reparto del botín; lo contrario, para entendernos, del “totorreísmo” (de “tot o res”, todo o nada), hallazgo conceptual de los carlistas catalanes del XIX que se apropiaron los catalanistas del XX y que Madariaga puso de moda en el lenguaje de la República. El consenso sería el moderantismo del liberal “ojalatero”, otro hallazgo carlista.
Cuesta entender la Transición sin conocer la Restauración, en cuyos estertores un periódico, “El Liberal”, publicó una encuesta sobre el futuro del liberalismo español (“liberales españoles, toreros americanos… ¡qué tontería!”). En la encuesta la mayoría de las personas consultadas opinaban que el nuevo liberalismo debía avanzar mano a mano… con el socialismo. ¿Y la incompatibilidad entre ambas concepciones políticas?
–Es una objeción escolástica –respondieron los intelectuales.
El consenso es radicalmente oligárquico, razón por la cual prohíbe en sus dominios la palabra “derecha” como en la trinchera se prohíbe fumar de noche para no ser descubiertos. Si no existe derecha es que no hay nada que conservar: ¡adiós a “la repristinada coalición conservadora”! En este consensazo todos somos liberales, profesionales de la reforma. En palabras de Ortega:
–Hay que hacer caminos relucientes por todas las glebas, hay que hacer que se afeiten los curas… Hay que ir a la reforma de España.
Y todo lo demás, escolástica.