lunes, 8 de febrero de 2010

CURRO DÍAZ TIENE EL DON

Curro Díaz en Valdemorillo
José Ramón Márquez

Valdemorillo otro año. Íbamos a ver a Curro Díaz a esta nueva plaza cubierta que ya no dará pie a historias de nieve cuajando en la arena del redondel y en el lomo de los toros. A cambio del confort moderno perdemos con el runrún éste propio de las plazas cubiertas y ganamos con el descanso de no tener que portar tantos instrumentos de abrigo como antaño.

Curro Díaz tiene el don. El don de la verónica natural y masculina y el don de la media verónica. En su primero demostró otra vez la suficiencia de su capote, su impecable, elegante forma de jugar los brazos embarcando la embestida. En su segundo trajo a Valdemorillo los aires del toreo puro en dos espléndidas series de naturales largos, ligados, rematados atrás, toreando hacia adelante, con cabeza y con poder. Toreo sin más. Toreo del que uno busca incesantemente por esas plazas, como Diógenes el Cínico buscaba hombres honestos, y que rara vez encuentra.

Hoy, en la primera corrida de esta temporada que empieza, aparece el toreo para engañarnos, para alimentar nuestra ilusión como si esto que hemos contemplado fuera lo normal, lo de cada tarde. Lo normal, lo de cada tarde, estaba por ahí, pero ahora no es momento de hablar de ello.

[TITULAR PARA CRÓNICA PERIODÍSTICA AL USO: “Curro Díaz paró el tiempo toreando al natural”.
N.B. En efecto, el tiempo en la Plaza se detuvo a las seis y once minutos de la tarde, momento en que el reloj dejó de funcionar por avería o por falta de pilas. ¿Será eso lo de parar el tiempo?]