lunes, 8 de febrero de 2010

CASA TORIBIO, EN MADRID



José Ramón Márquez

Hacía más de un año que no volvía por Casa Toribio. El otro día almorcé allí con las señoritas A. y A. Como es natural, había encargado cabrito, que no he encontrado a nadie que lo haga más a mi gusto. Lo sirve en su fuente de barro con unas patatas fritas por encima, con su salsa, que pide pan, y le consigue dar un color a la piel que parece pintada o lacada. Siempre lo acompañamos con una ensalada de escarola, que nos aliña el propio Toribio.

En este tiempo que he estado sin ir por allí, ha incorporado a su carta un plato que tiene un concepto muy moderno. Entiendo aquí moderno en el sentido del esfuerzo innovativo de muchos restaurantes para transformar en caro algo que es barato de por sí, mediante la adición de algún ingrediente mágico con propiedades ‘carificadoras’. Para entendernos, lo que hacen en Ars Vivendi con el tartufo bianco, que te ponen los spaghetti del Lidl y les echan las raspillas de trufa y su precio se eleva cual globo sonda. Bueno, pues Tori, que es de Zamora, ha concebido, a su modo, un plato de esos. Se trata de una base de patatas fritas sobre las que van unos huevos fritos y unas virutas de jamón pasado por la sartén y, sobre ello... un puñadito de angulas. Ésta es su forma de sumarse a las modernas tendencias. Al menos Toribio pone en ello un gran rasgo de humor, pues titula su invención con el nombre de ‘El Rejonazo’, para que nadie se llame a engaño, y eso es siempre de agradecer.