miércoles, 10 de febrero de 2010

POR QUÉ NO LLORAS, SIMÓN, LE PREGUNTA LA TÍA EUSTAQUIA




José Ramón Márquez


Vamos a ver, que ni estando fuera le dejan a uno descansar.

Simón, empresario de Valencia (aunque según me cuenta C. él sólo va por Valencia a poner la cara, porque el ‘bisnes’ lo lleva otro) declara en un chat que él puede ‘amar tanto a Picasso que a Leonardo Da Vincci (sic)’, es decir ‘la maestría de Ponce o la expresión patética de José Tomás, la entrega de Castella que la estética de Manzanares’.

Vale, Simón, que sí, que tortilla de patatas y gónadas de merlúcido, espuma de Adriá y Rejonazo de Toribio, que se entiende, hombre, que aquí todo por la pasta y si nos podemos llevar el Picasso, pues también es bueno para el convento, y que explicaciones damos las que sean, y buenas palabras todas.

Entre tanta espesura, lo esencial es lo que dice un señor que se llama Pedro Ruiz, que no creo que sea el famoso humorista, sino un aficionado de buen sentido: al tío que más Puertas del Principe tiene abiertas después de Romero me lo pone con Luque y con Pinar, que son dos ‘mostruos’, no vaya a ser que le dé por torear y desmonte la milonga y resulta que el Picasso es más falso que los que hacía Elmyr de Hory y el Da Vinci es de los que pone Simón, o sea un Da Vincci. O sea, el cuadro ése de los ciervos acosados por unos perros en la floresta, importante pintura.