ORNITORRINCOS
Esta semana nos hemos desayunado con el madrigal de un maestrillo cordobés que dice que "la Naturaleza nos da el sexo para que lo llevemos a cabo con otra niña, con un niño o con un animal".
Ese animal podría ser el buey, "útil al hombre por su fuerza, por su carne y por su leche", como se lo describía en un catón que W. Fernández Flórez estudió en la escuela. O el conejo, que tiene su cola blanca para que le apunten mejor los cazadores al dispararle, y sus largas orejas, para agarrarlo y meterlo en la cazuela.
De la proverbial tolerancia cordobesa cabe esperar cualquier cosa: hay una serie de TV en que el crítico gastronómico del New York Times, más pedante que el campeón mundial de crucigramas, llega a la mezquita y suelta que desde allí "el emperador de España dirigía el mundo".
En su España, un enigma histórico, Claudio Sánchez-Albornoz cuenta que Bermudo II, cuyo epígono sería Núñez Feijóo, entregó a Almanzor a su hija como esclava, pero que ésta, camino del serrallo, refunfuñaba:
-Los pueblos deben poner su confianza en las lanzas de sus soldados más que en el coño de sus mujeres.
Mujeres... u ornitorrincos, claro.
Ignacio Ruiz Quintano
Esta semana nos hemos desayunado con el madrigal de un maestrillo cordobés que dice que "la Naturaleza nos da el sexo para que lo llevemos a cabo con otra niña, con un niño o con un animal".
Ese animal podría ser el buey, "útil al hombre por su fuerza, por su carne y por su leche", como se lo describía en un catón que W. Fernández Flórez estudió en la escuela. O el conejo, que tiene su cola blanca para que le apunten mejor los cazadores al dispararle, y sus largas orejas, para agarrarlo y meterlo en la cazuela.
De la proverbial tolerancia cordobesa cabe esperar cualquier cosa: hay una serie de TV en que el crítico gastronómico del New York Times, más pedante que el campeón mundial de crucigramas, llega a la mezquita y suelta que desde allí "el emperador de España dirigía el mundo".
En su España, un enigma histórico, Claudio Sánchez-Albornoz cuenta que Bermudo II, cuyo epígono sería Núñez Feijóo, entregó a Almanzor a su hija como esclava, pero que ésta, camino del serrallo, refunfuñaba:
-Los pueblos deben poner su confianza en las lanzas de sus soldados más que en el coño de sus mujeres.
Mujeres... u ornitorrincos, claro.
Ignacio Ruiz Quintano