miércoles, 6 de enero de 2010

EL MEJOR ROSCÓN DE MADRID

José Ramón Márquez

El Roscón de Reyes, dulce que tan poca simpatía despierta en Manuel Martín Ferrand, es con toda certeza un invento madrileño. Se nota que, inspirados por el bollo suizo, dulce que no tiene nada que ver con el país alpino, sino con el que fue afamado obrador de pastelería del Café Suizo de la calle de Sevilla, a alguien se le ocurrió cambiar la forma del bollo y, para darle otro aire, añadir a la masa agua de azahar. Ahí tenemos un suizo transformado en un roscón.

En la antigua pastelería de la calle del Pozo, muy cerca de la calle de Sevilla, lo adornan sólo con azúcar, como el bollo suizo, y con almendra picada, como símbolo de lo antiguo de su receta. Luego están los estilos: en Lhardy le ponen más agua de azahar de la que a uno le gusta; en Embassy sólo lo adornan con frutas escarchadas de color verde; en Ovetum lo adornan con frutas escarchadas diversas y le ponen muy poco azahar, lo que resalta su origen; el de la China, que vuelve locos a los de Embajadores, es de masa blanca. Luego están los engendros esos con nata o con chocolate, a los que llaman Roscón porque había que ponerles un nombre, que proceden de la wamba y que ahí están para quien le gusten.

Todo el mundo habla de un roscón. El de su barrio, normalmente. Aquí traemos a colación el mejor de Madrid. Esta mañana, el número de mi reserva era el 1331, mejor que el de la lotería del Niño que, como siempre, no tocó.