"Venciendo [Morante] su perceptible terror salió al tercio a parar a su primero y lo hizo de una forma antigua y preciosa, moviendo las piernas y largando brazos, en la misma forma en que los grandes paraban a sus toros hace cien años..."
José Ramón Márquez
Morante este año no se apunta a los victorinos en Sevilla, por el miedo que pasó. El miedo es libre, pero venía de antes. Me contó un día el aficionado E. que, cuando el de La Puebla del Río vio la corrida del año pasado en el campo, se vino abajo psicológicamente. Vamos, por decirlo de una manera más castiza, que desde ahí mismo ya se riló. Luego, por fortuna para él, a Sevilla no llegó más que uno de los toros del miedo que vieron aquel día, Garabato, número 81, que, como es natural, le correspondió a El Cid. Se conoce que los demás los debió ir colocando el tratante por esas ferias que hay por ahí.
A cambio de la previsible desaparición de Morante del cartel de los victorinos, nos obsequia con un cambio de apoderamiento, ya que ahora se ha echado en manos de Curro Vázquez, que ése sí que tenía un excelso capote, y ha tomado como compañero de poderdancia a Cayetano.
Cayetano me trae a la mente que el otro día leí una cosa muy interesante de Domingo Delgado en Del toro al infinito sobre Rafael El Gallo donde se contiene este párrafo:
-Además, lo que en Antonio [Fuentes] y Rodolfo [Gaona] era academicismo de escuela, brotaba en Rafael de modo espontáneo y gracioso. Con esa espontaneidad y facilidad que sólo tienen los que empiezan a torear siendo niños.
Pues eso. Que no se puede hacer la carrera de Derecho y organizarte la vida y un buen día decir: "¡Desde ahora, yo, además, soy torero!" Y modelo de alta costura, y patatín, patatán, y salir en la portada del ¡Hola! en pleno agosto, que es cuando a los toreros les toca currar, montado en un yate de esos y con un titular abajo en el que dice que el torero está descansando en el yate con la novia. Y es que, aunque Curro Vázquez se desgañite desde el callejón, aunque Cayetano haga el ímprobo esfuerzo que hizo en Madrid, aunque sea un tío macizo -al decir de las señoras-, e hijo, nieto y hermano de toreros, este hombre no es un torero. Es un sinergia.
En comparación, Morante que no es sinergia, sino torero, y que se debió aburrir un rato largo el día que estuvo con Arrabal en el Centro Pompidou de París, es educado tanto para no salir corriendo del centro de arte como para agradecer a Cayetano el que no se oponga a que compartan apoderado. Avisa de que ambos no se anunciarán juntos en muchas tardes, lo cual es algo que Cayetano sin duda agradecerá, dado que en la confrontación el que más tiene que perder es él.
El año pasado en Sevilla, el famoso día del miedo, Morante mostró el mejor capote del mundo. Venciendo su perceptible terror salió al tercio a parar a su primero y lo hizo de una forma antigua y preciosa, moviendo las piernas y largando brazos, en la misma forma en que los grandes paraban a sus toros hace cien años. Todos los que iban a deleitarse con esas tonterías del tiempo detenido y los relojes flácidos ni se enteraron de que el de La Puebla estaba mostrando una forma arqueológica del toreo, un antiguo canon de clasicismo totalmente perdido en nuestros días, rematado con tres medias verónicas que no se parecían en nada a las que sus partidarios habían ido a ver. Mientras los del desmayo y el tiempo detenido aguardaban su momento, mientras los maestrantes aburridamente se quitaban una mota de polvo de sus americanas azules y los revistosos del puchero acababan de redactar sus crónicas, en el justo inicio de la corrida, en aquel recio y decimonónico inicio de la corrida, tantos lustros La Maestranza sin contemplar uno así, creo que fue cuando por primera vez admiré como torero de verdad a Morante de la Puebla.
Me queda sólo la triste pena de que cuando él declara que esa tarde cuajó un toro con el capote, no se refiere al mismo que yo.
José Ramón Márquez
Morante este año no se apunta a los victorinos en Sevilla, por el miedo que pasó. El miedo es libre, pero venía de antes. Me contó un día el aficionado E. que, cuando el de La Puebla del Río vio la corrida del año pasado en el campo, se vino abajo psicológicamente. Vamos, por decirlo de una manera más castiza, que desde ahí mismo ya se riló. Luego, por fortuna para él, a Sevilla no llegó más que uno de los toros del miedo que vieron aquel día, Garabato, número 81, que, como es natural, le correspondió a El Cid. Se conoce que los demás los debió ir colocando el tratante por esas ferias que hay por ahí.
A cambio de la previsible desaparición de Morante del cartel de los victorinos, nos obsequia con un cambio de apoderamiento, ya que ahora se ha echado en manos de Curro Vázquez, que ése sí que tenía un excelso capote, y ha tomado como compañero de poderdancia a Cayetano.
Cayetano me trae a la mente que el otro día leí una cosa muy interesante de Domingo Delgado en Del toro al infinito sobre Rafael El Gallo donde se contiene este párrafo:
-Además, lo que en Antonio [Fuentes] y Rodolfo [Gaona] era academicismo de escuela, brotaba en Rafael de modo espontáneo y gracioso. Con esa espontaneidad y facilidad que sólo tienen los que empiezan a torear siendo niños.
Pues eso. Que no se puede hacer la carrera de Derecho y organizarte la vida y un buen día decir: "¡Desde ahora, yo, además, soy torero!" Y modelo de alta costura, y patatín, patatán, y salir en la portada del ¡Hola! en pleno agosto, que es cuando a los toreros les toca currar, montado en un yate de esos y con un titular abajo en el que dice que el torero está descansando en el yate con la novia. Y es que, aunque Curro Vázquez se desgañite desde el callejón, aunque Cayetano haga el ímprobo esfuerzo que hizo en Madrid, aunque sea un tío macizo -al decir de las señoras-, e hijo, nieto y hermano de toreros, este hombre no es un torero. Es un sinergia.
En comparación, Morante que no es sinergia, sino torero, y que se debió aburrir un rato largo el día que estuvo con Arrabal en el Centro Pompidou de París, es educado tanto para no salir corriendo del centro de arte como para agradecer a Cayetano el que no se oponga a que compartan apoderado. Avisa de que ambos no se anunciarán juntos en muchas tardes, lo cual es algo que Cayetano sin duda agradecerá, dado que en la confrontación el que más tiene que perder es él.
El año pasado en Sevilla, el famoso día del miedo, Morante mostró el mejor capote del mundo. Venciendo su perceptible terror salió al tercio a parar a su primero y lo hizo de una forma antigua y preciosa, moviendo las piernas y largando brazos, en la misma forma en que los grandes paraban a sus toros hace cien años. Todos los que iban a deleitarse con esas tonterías del tiempo detenido y los relojes flácidos ni se enteraron de que el de La Puebla estaba mostrando una forma arqueológica del toreo, un antiguo canon de clasicismo totalmente perdido en nuestros días, rematado con tres medias verónicas que no se parecían en nada a las que sus partidarios habían ido a ver. Mientras los del desmayo y el tiempo detenido aguardaban su momento, mientras los maestrantes aburridamente se quitaban una mota de polvo de sus americanas azules y los revistosos del puchero acababan de redactar sus crónicas, en el justo inicio de la corrida, en aquel recio y decimonónico inicio de la corrida, tantos lustros La Maestranza sin contemplar uno así, creo que fue cuando por primera vez admiré como torero de verdad a Morante de la Puebla.
Me queda sólo la triste pena de que cuando él declara que esa tarde cuajó un toro con el capote, no se refiere al mismo que yo.