jueves, 15 de agosto de 2024

Hughes. Atalanta, 0; Real Madrid, 2 Primer paso en lo desconocido

 

@realmadrid

 

Hughes

Pura Golosina Deportiva


 
Con la Supercopa acababa la temporada anterior y empezaba la siguiente. Justo lo contrario de la tradicional definición de crisis. Porque el Madrid vive en lo opuesto. Es curioso; acaba la Olimpiada, vuelve el Madrid y parece que sube la excelencia deportiva.



Las supercopas no son fáciles y el Atalanta era hueso duro. Había una doble extrañeza, la provocada por el reajuste con los nuevos y por la marca al hombre de los italianos. Courtois, el único libre, jugaba de portero holandés en una primera parte rara.



Con Mbappé y sin Kroos, había que situar a los jugadores. Algo ha cambiado. Hay una línea vertebral que es la vertical en la que se mueve Bellingham, que al inicio bajó a hacer de Kroos. Esto también lo hizo Valverde, mientras Rudiger, el central izquierdo, subía al mediocampo. Su potencia es una maravilla pero qué bien vendría un central zurdo...



Bellingham se movía desde donde estuvo Kroos hasta el área rival, y su movilidad, en esos minutos, trataba de encajar con la de los demás, partículas inquietas que aún no terminaban de ligar.



Era tanta la movilidad entrevista y tanta la incomodidad ante el marcaje al hombre (el clásico ¿me vas a acompañar también a mear?) que Vinicius llegó a bajar al mediocampo a iniciar la jugada.



El Atalanta (me niego a La Atalanta, la italianización de los equipos italianos para quien se la gane: Juventus, Roma y Fiorentina) tuvo un palo en despeje de Militao y un par de llegadas en las que se vio un posible sufrimiento del Madrid por banda izquierda: si Vinicius juega de delantero con Mbappe y Bellingham está regresando de sus salidas con sonda al espacio exterior, el lateral se ve un poco vendido.



Un comentario a la camiseta que se estrenaba: sin ser retro, tenía algo que en movimiento o de lejos evoca la ochentera de Zanussi. Es una de las más futboleras que recuerdo. Se pueden soñar juanitos.



Lo mejor del Madrid o lo más peligroso era cuando buscaban en largo a Mbappé, flecha saliendo del carcaj.



Lo más trenzado, lo que lograra Bellingham con sus slaloms siempre un poco agónicos.



Convergía Bellingham con Rodrygo en la mediapunta. Él volvía de cerrar en defensa el 4-4-2 o de amagar con ir hacia abajo (su arriba y abajo tiene algo de especulativo), y Rodrygo regresaba de abrir el campo en el extremo, y se juntaban o cruzaban en esa zona, sobre los dos mediocentros potentes y tras los dos delanteros, delatando el 4-2-2-2 latente y filosófico que ya apuntó el Madrid el año pasado, cuando el rombo se hizo caja. Había que lograr el sitio para Belligham, y esa posición particular requiere, por necesaria simetría, alguien que doble, un puesto que se deberían repartir Rodrygo y Güler: un poco mediocampistas, un poco mediapuntas, algo extremos, algo delanteros. Fantasistas sometidos a deberes, figuras y constelaciones mayores, replegados y desplegados.



Esto permite entender la plantilla: Güler y Rodrygo se deberían jugar el futuro ahí, debatir su prelación y repartirse los muchos minutos en ese puesto.



La afición quiere ver a Güler y habrá tendencia a pagar la ansiedad con Rodrygo, jugador sin escudo. En el rato que jugó, por resumir: tuvo la gran ocasión de la primera parte con zurdazo al larguero en el área, pisó la banda como extremo, cerró defensivamente el 4-4-2, bajó alguna vez a desatascar el inicio, frecuentó la mediapunta y robó y encendió la jugada del 0-2. En ese puesto se centra, gana panorama benzemesco y podrá proyectar un juego privilegiado de segunda línea donde su polivalencia, regate, visión y gol pueden explotar definitivamente. Para colmo, se convierte en el lanzador del balón parado. Lo que era Kroos. A Kroos se lo reparten: un poco Valverde, un poco Bellingham, otro poco él. Kroos es imposible de imitar y lo que era, parte de lo que era, lo dividen. Despedazan sus prerrogativas y, a cambio, le rinden homenaje.



Bellingham, primus inter pares

 


La segunda parte comenzó con un paradón de Courtois a Pasalic: impropia palomita a mano cambiada que remató con un manotazo final: Se rompió el partido, el Atalanta se normalizó, los espacios surgieron todos a la vez y el Madrid comenzó a ser incontenible, con una rapidez y movilidad que invitan a pestañear menos.

 


@realmadrid

 

Eran sacudidas, con Bellingham superlativo, diestefanesco. Por esa línea imaginaria suya robaba, regateaba, pasaba y así, en el 59, llevó la jugada hasta Vinicius, que tras mucha permuta y flotación hizo lo suyo, de extremo, y pasó para la llegada a gol de Valverde, que pisaba como un bárbaro el césped ya abandonado por los italianos.



Valverde y Carvajal habían sido el pistón necesario.



De repente, todo era ya como la temporada pasada, y sólo quedaba la aparición y encaje de Mbappé. Todos volvieron a su ser para que, montado el conjunto, lo coronase Mbappé. Hasta pareció que Bellingham lo buscaba especialmente antes del 0-2. Lo celebró Mbappé, sus brazos abiertos, y era algo tantas veces visto como montaje que parecía un meme.



Bellingham fue el mejor entre los mejores, primus inter pares en unos minutos que anticipan algo nuevo. Nuevas potencias, nuevas valencias. Cada jugador del Madrid era capaz de una sacudida, de un costa a costa; juntos parecían minotauros liberados de un encierro. ¿Qué sería este equipo con Davies añadiendo sus subidas por la izquierda?



Luego, con los cambios, entraron Lucas, Ceballos... y su velocidad se pareció al pasado.



No queremos volver. No podríamos volver.



Salió Modric, místico total, a su lado Butragueño parece un vividor, y levantó la Supercopa con la misma ilusión, con la misma alegría. Es el más laureado de la historia del Madrid y Ancelotti alcanza a Miguel Muñoz. Muñoz fue el más mito de todos porque siendo entrenador en un club tan poco de entrenadores lo suyo nadie pensó que pudiera repetirse...



Es como si encima del Monte Rushmore tuvieran que inventarse otra cordillera. El presente ya dio alcance a los 50 y ahora toca seguir en lo desconocido.



Tras el pitido, comenzó un baile de abrazos, apretones de manos y carantoñas entre jugadores y cuerpo técnico, como si se estuvieran presentando otra vez, todos contra todos, o en grupos variables, o uno a otro, o en pareja, o dos contra uno, tres contra tres... una combinatoria feliz que debería calcular un matemático. Lo dijo Mbappé al acabar: "Somos el Madrid. No tenemos limita, no tenemos limita".