domingo, 18 de agosto de 2024

La izquierda


Gómez Dávila

Ignacio Ruiz Quintano

Abc Cultural


En plena estación de la berrea izquierdista –¡oh, la izquierda!: los violines del otoño hieren su corazón con monótona languidez–, estos sucesivos escolios de Gómez Dávila a una izquierda implícita:


Marxismo y psicoanálisis han sido los dos cepos de la inteligencia moderna. La mente del marxista se fosiliza con el tiempo; la del izquierdista se vuelve esponjosa y blanda. La prensa de izquierda le fabrica a la izquierda los grandes hombres que la naturaleza y la historia no le fabrican. Si la coyuntura no lo constriñe, no hay judío radicalmente de izquierda: el pueblo que descubrió el absolutismo divino no pacta con el absolutismo del hombre. La falsificación del pasado es la manera como la izquierda ha pretendido elaborar el futuro. La izquierda no es vulnerable sino después de sus triunfos. Le basta al gobernante actual proclamarse de izquierda para que todo le sea permitido y todo le sea perdonado. La izquierda es la pendiente por donde ruedan todas las facilidades del espíritu. Los asesinatos políticos son lícitos hoy, siempre que el asesino sea de izquierdas. La izquierda no siempre asesina, pero siempre miente. El izquierdista no tiene opiniones sino dogmas. No entiendo cómo se puede ser izquierdista en el mundo moderno, donde todo el mundo es más o menos de izquierdas. No es cuando incumple sus promesas, es cuando realiza lo que promete, cuando se patentiza el verdadero fracaso de la izquierda. La izquierda pretende que el culpable del conflicto no es el que codicia los bienes ajenos, sino el que defiende los propios. El perfecto conformista en nuestro tiempo es el ideólogo de izquierda. El ardid clásico de la izquierda está en identificar ruta y meta: metas indiscutibles con discutibles rutas. De esta suerte, el que declara absurda tal o cual ruta que la izquierda prohija parece rechazar la meta aceptada por todos que esa ruta pretende implicar. Ser izquierdista es creer que los presagios de catástrofe son augurios de bonanza. El mundo moderno no tiene más solución que el Juicio Final. Que cierren esto.


Obama cena con Banderas. Hace bien. Al contrario que Clinton, Bush no quiso cenar con Carlos Fuentes y, ay, la que le cayó. El Rey no recibió a Unamuno y Unamuno se hizo republicano. Bardem opina que, ante la crisis, haría falta más gente rompiendo farolas. ¿Le parece poca cosa Suso de Toro llamando ignorante a Steiner por no “falar galego”?