jueves, 22 de agosto de 2024

Alí Agca



Ignacio Ruiz Quintano

Abc Cultural


Hijo de granjero y nieto de picador, el cantautor de la cejilla Víctor Manuel tenía que ser franco:


En lo que se refiere a la cultura, el Gobierno ha sido un desastre absoluto. En lo económico no puedo entrar: no entiendo.


Víctor Manuel pasa por ser, en efecto, ignorante y millonario.


Pero el gran agitador cultural que se avecina se llama Alí Agca, el tipo que hace treinta años tiroteó a Juan Pablo II por indicación, al parecer, de los servicios secretos de Andropov, quien al verse señalado por todo el mundo debió de ponerse a gritar lastimeramente por los pasillos de la Lubianka:


¡Quieren acabar con mi carrera! ¡Quieren acabar con mi carrera!


De los planes de Alí Agca para triunfar en el mundo de la cultura posmoderna nos ha tenido al tanto Juan Vicente Boo en ABC. Desde luego, no es este Agca aquel Yusupov que saltó a la fama como asesino de Rasputín.


Yusupov fue príncipe consorte en Moscú –donde la Emperatriz le llamaba “el pajecillo legendario”–, y después, modista y perfumista en París. Una vez viajó a América con su esposa, y en la primera recepción fueron presentados así:


Aquí les presento –dijo el anfitrión, un demócrata palurdo– al príncipe y a la princesa... Rasputín.


Los Yusupov, de cuyas peripecias sabemos por la pluma redonda de Manuel Chaves Nogales, regresaron de Nueva York en el primer barco, para reponerse en Biarritz de la franqueza americana.


Los Yusupov no aguantarían ni medio segundo en uno de esos programas de nuestra TV cultural en los que, con más razón que un santo, pretende convertirse en hombre-espectáculo el sicario Alí Agca.


La estructura de su discurso es la de las cerezas en una cesta: por las cosas que dice del Vaticano, da la impresión de ser un hombre que se hubiera vuelto loco con las lecturas de Pepe Rodríguez y Puente Ojea, jactándose de ser el instrumento divino del tercer secreto de Fátima, quizás para persuadir a Dan Brown de escribir a medias la segunda parte del “Código Da Vinci”, ese “Así habló Zaratustra” contado por Wyoming, el “gagman” de los parados, Agca pondría la escritura, y Brown, el “page-trurner”.


Thomas Bernhard:


Ninguna época tuvo tan grandes pretensiones como la nuestra: existimos ya de una forma megalómana, pero, como sabemos que no podemos estrellarnos ni tampoco congelarnos, nos atrevemos a hacer lo que hacemos.