sábado, 24 de agosto de 2024

Manda huevos


Eugenio D'Ors

Ignacio Ruiz Quintano

Abc Cultural, 2011


En un jupiterino ejercicio de fulminar y anonadar mortales, Lucía Echebarría, manda huevos, ha dicho que los escritores viven de las subvenciones, con lo que la cultura se convierte en un instrumento del poder: debía de estar pensando, la mujer, en las zalemas de Umbral a Aznar y de Ferlosio a Zapatero después del Cervantes. Y puesta luego a fulminar y anonadar inmortales, ha añadido: “Si una fuese hombre, ya estaría en la Academia.”


A don Concha se le habrán caído en Jávea las bolsas de Mercadona al suelo. ¿Qué clase de razón es el machismo para impedir a nadie la entrada en la Academia? Pues la misma clase de razón que es el amiguismo para franquearla.


Desengáñese usted –le dijo un día García Sanchiz a Josefina Carabias, sólo hay dos Academias en España: Academia pobre compuesta por académicos ricos, como la de Medicina, y Academia rica compuesta por académicos pobres, como la de la Lengua.


García Sanchiz, un Savater de su época, sostenía que las letras son la única profesión en que la fama no trae consigo la riqueza, y que éste es el secreto de que la Academia abone dietas. Para cobrarlas, los académicos no tienen más que pasarse los jueves por la Docta Casa a incubar el huevo de la inmortalidad: ovoide es la lámpara que los ilumina y ovoide es la mesa en torno de la cual se reúnen, con un óvalo en el centro que D’Ors denominó “el bidet del idioma”. Al hambre de la posguerra, y en plena campaña por el plato único, D’Ors acertó a proponer que se suprimiera el singular a la palabra “huevo”, de modo que fuera siempre nombrado en plural: huevos. Y todo lo que no fuera eso resultaría, a la vez que una roñosería culinaria, un error gramatical. Este truco d’orsiano fue a nuestra gastronomía lo que a la gastronomía inglesa había sido el de los “eggs on toasts”, en los que el pan está por debajo y los huevos por encima, de modo que, al partir estos, se une y empapa aquél, sin el menor quebranto de los buenos modales de mesa. Camba lo resumió en una frase:


Es un truco para no hacer sopas de pan en los huevos fritos, con lo cual resuelven hacer sopas de huevos fritos en el pan.


Ahora, ¿qué fue primero, el huevo o la Academia? La Academia la fundó Felipe V, el Rey que perdió Gibraltar. Desde entonces, nuestra inmortalidad es una tertulia apacible rociada con pastas y Jerez de cuya dirección sólo fue despedido Pemán por un malentendido político; si hubiera sido lingüístico el malentendido, lo habrían despedido del Consejo Nacional.