sábado, 31 de agosto de 2024

Gore


En Al, todo es Gore


Ignacio Ruiz Quintano

Abc Cultural


¿Es el hombre un minúsculo amasijo de carbono y agua que se arrastra impotente sobre un planeta pequeño y sin importancia, como sostienen los astrónomos laicos, o es lo que dijo Hamlet, que por ser mucho y muy profundo lo que dijo no lo vamos a repetir aquí ahora? Bertrand Russell, que tiraba a veleta en estas cuestiones, se apuntó a la opinión de que un hombre es, hasta las siete de la tarde, cuando abren los “pubs”, un ochenta por ciento de agua, y el resto, carbono. Después de las siete de la tarde también puede añadírsele un chisguete de whiskey.


Mas no todo el mundo es tan frívolo como Russell.


Hace dos años, mi familia y yo decidimos llevar una vida sin carbono.


La confesión es de Al Gore, el cerebro de Clinton en la Casa Blanca: “Yo solía ser el próximo presidente de los Estados Unidos”. Ahora vende apocalipsis progresistas, si se nos disculpa la redundancia, que en esta sociedad idiota es la forma más segura que tiene uno de asegurarse el porvenir ensombreciendo el de los demás. “Una verdad incómoda”, se llama la última mercancía de este hombre dotado para la fantasía que ha resuelto llevar, junto con su familia, una vida sin carbono. ¿Cómo? Pues, sencillamente, evitando el agua caliente.


Mi familia y yo evitamos el agua caliente.


La progresía siempre fue de naturaleza espesa. En Madrid, la ministra Narbona quiere evitarnos incluso el agua fría. Y en Londres, el alcalde Livingstone, en aras del ahorro hídrico, tiene prohibido a su familia tirar de la cadena en casa. Pero todo lo que es exagerado es insignificante, dijo Talleyrand, al que no han leído ni Al Gore ni Livingstone ni Narbona, las mantis, que no profetas, de nuestras catástrofes. (Profetas son los que hablan en nombre de Dios. Estos adivinos, laicos después de todo, son lo que en griego se llama “mantis”, y en cheli, “tener morro”.)


Al Gore, que ya en “Earth on Balance” mostró sus dudas al elegir en la balanza entre una vida humana y un árbol, es un personaje inclinado fatalmente a la exageración. “Durante mi etapa en el Congreso de los Estados Unidos, tomé la iniciativa de crear Internet”, dijo, sin mover un solo músculo, en la CNN. Ahora recorre el planeta predicando el Calentamiento con la misma desfachatez que el predicador de “La leyenda de la ciudad sin nombre” recorría el Oeste predicando el Infierno. De hecho, el Calentamiento, la excusa eco-política para explicar o una “pertinaz sequía” o una “trágica inundación”, no sería más que la versión progresista del Infierno tridentino. Y Al Gore, su buldero.