miércoles, 14 de agosto de 2024

El bufón de los velorios


 

Ignacio Ruiz Quintano

Abc

 

    Reapareció el hermano de Juan Guerra con sus cuentos en la radio, como Queipo, y la verdad es que esos chascarrillos ya no harían gracia ni en el Club de la Comedia.


    –Sería espantoso que eligieran a Rajoy, bla, bla, bla...


    El hermano de Juan Guerra ha quedado para bufón de los velorios, pero sin la gracia de Chivolito.


    Chivolito es un personaje del Caribe colombiano reporteado por el mejor escritor de periódicos en lengua española, Alberto Salcedo Ramos, de quien un día tendríamos que ocuparnos para reconciliarnos con el oficio. Chivolito es Salomón Noriega Cuesta, que debe el apodo a una verruga en la frente (como Cicerón, que la llevaba en la nariz).


    –Chivolito llega al velorio a las ocho de la noche... Da el pésame a los deudos y se sienta al lado del ataúd. Allí permanece un rato en silencio, con el rostro desconsolado. Es su manera de expresar respeto por la ceremonia religiosa. Luego se va al patio y comienza su función, que suele prolongarse hasta el alba. Muchos de los asistentes le resultan ya familiares, pues son vagabundos de feria que lo siguen de un lugar a otro...


    Así el hermano de Juan Guerra en el velorio socialista.
    Lo tenía a huevo para hacer chistes de Zetapé, sobando en Doñana mientras los cinco millones de parados de su creación esperan a que pase por la acera algún afilador para comerse las chispas. ¿Quién no recuerda la depresión de Prozac que se agarró Tony Soprano cuando se le volaron los patos que habían criado en su piscina?


    –¡Echa el del “man” que tenía dos próstatas! –le grita a Chivolito en el velorio un calvo de bigote frondoso.


    En su juventud a Chivolito lo dejaban entrar gratis a las salas de cine, para que con un megáfono le pusiera la voz a las películas de Chaplin, que es lo que le hubiera gustado hacer al hermano de Juan Guerra en los conciertos de Malher.


    En su juventud, nuestro Danton de bolsillo hacía pintadas antifranquistas en un garaje, las fotografiaba y las enviaba a Francia para que sus jefes vieran los malos ratos que le estaba dando a Franco. Después, aquel balcón del Palace, con Gonzalón, la noche del 28 de octubre, prometiendo la recuperación de Gibraltar. Después, Loewe y “tó pal pueblo”... Después, la ruina, los dos millones de parados, los trapos de la Miró, Calviño y sus citas paulinas, los cafelitos en Sevilla... Después, la agudeza de llamar en Rodiezmo, rodeado de mineros en camiseta a lo Tom de Finlandia, “mariposón” a Rajoy, que hasta Zetapé, a juzgar por las risas, advirtió segundas intenciones... Y después, lo de ahora, en pleno velorio demoscópico: que si Rajoy es un niño con malas notas y que si Camps es un señor muy elegante con los trajes... teniendo tan a mano a Zetapé.


    ¡Dios mío! ¿Cuándo se volaron los patos? ¿Cuándo se jodió el Perú, Guerrita?


    Ahí te quiero ver, Chivolito.

  Septiembre, 2008