viernes, 9 de agosto de 2024

Músicos del silencio


Mallarmé


Ignacio Ruiz Quintano

Abc


La “música callada del toreo” que dijo Bergamín, el catolicón de “Cruz y raya”, era la manera española de ver (o de oír) al “Musicienne du silence” de Mallarmé, en cuyo recuerdo convocó un 14 de octubre del 23 Alfonso Reyes los famosos “Cinco minutos de silencio por Mallarmé” en la puerta del Botánico madrileño: los asistentes se callaban durante cinco minutos y luego anotaban su experiencia en un folio. Sólo habló Eugenio d’Ors, que dijo:


No tendremos civilización en tanto que las obras, anónimas, no puedan ser atribuidas indistintamente a cualquiera de nosotros.


Eso han creído ver nuestros papanatas en la apertura de los Juegos de París, que sólo resultó ser una triste parodia del ingenioso “burlesque” que en los 80 se ofrecía en el mítico “Sacha’s” de la madrileña plaza de Chueca (la barra favorita de Ceesepe), sólo que con el añadido olímpico de una “blasfemia culta” sobre el Leonardo de la Última Cena que sumió en un síndrome Stendhal a nuestra derecha catolicona, callada como un tuso (¡silencio mallarmeano!) ante el escándalo, en tanto que derecha (órdenes bruselenses, un suponer) y en tanto que catolicona (órdenes vaticanas, otro suponer), mientras los ayatolás (¡los ayatolás!) ponían en su sitio a tetis y peleos en defensa del nombre de Jesucristo. La moderación, según Feijoo, que no sabe que “nada hay más moderado que los modales de los atados al poder con pactos secretos de inmoralidad política”. La democracia, según el periodismo.


La democracia, te dicen, derrotó a la Eta y la democracia ha derrotado a Maduro, cuyo precursor no fue Miranda, sino Bolívar, que dejó escrito: “América (del Sur) es ingobernable para nosotros. Quien sirve una revolución ara en el mar. Lo único que se puede hacer aquí es emigrar. La Gran Colombia caerá en manos de tiranuelos de todos los colores. Devorados por todos los crímenes, los europeos no se dignarán conquistarnos”.


La incapacidad de gobernarnos –dirá luego Martíestá en los que quieren regir pueblos originales con leyes de cuatro siglos de práctica libre en los Estados Unidos: con un decreto de Hamilton no se le para la pechada al potro de un llanero.


Pero América perdió hace mucho el Norte, y los demócratas de 2020 han de aguantar la risa (la risa de Kamala es la “Heimlich Maneuver” del cinismo) al afear el consabido pucherazo venezolano. América llegó a los valores republicanos en lucha contra un enemigo monárquico, Inglaterra, y alcanzó la democracia representativa (su república era la participación del ciudadano en la política a través de representantes) huyendo del parlamentarismo liberal, que la había maltratado. Mark Twain anticipó la corrupción del sistema: “Gracias a Dios contamos en nuestro país con tres cosas preciosas: la libertad de expresión, la libertad de conciencia y la prudencia de nunca practicarlas”. ¡Músicos del silencio! Y contra los imprudentes ya están los perros de las Big Tech, aunque eso no lo vio Twain.


[Viernes, 2 de Agosto]