Ignacio Ruiz Quintano
Abc
La inseguridad jurídica que padecemos es la propia de un país históricamente despótico, pero mis vecinos creen vivir en un país libre porque el abogado del Estado que tiene la vara de alcalde ha colgado en la Castellana, de donde nadie puede salir, carteles de la Constitución del 78, cuyas garantías penden del primer gorrilla que pasa por La Moncloa.
Ante “la Coviz”, entre ciencia y ley, ciencia, que es Simón, que estudia al madrileño asintomático como John Allen Paulos, “el matemático más ingenioso del mundo”, estudia al hombre anumérico.
–Supongamos –nos dice Paulos– que el relato de Shakespeare es exacto y que César dijo “Tú también, Bruto” antes de expirar. ¿Cuál es la probabilidad de que hayas inhalado por lo menos una de las moléculas que exhaló César en su último suspiro? La respuesta es sorprendentemente alta: más del 99 por ciento.
A partir de este dato, un ministro de Sánchez arranca una hoja de la Constitución y se hace con Madrid un Arca de Noé.
–En los días antes del diluvio, la gente comía y bebía, hasta el día en que Noé entró en el Arca –dice el evangelista.
Mas nuestras buenas gentes del consenso no apelan a la libertad, sino a la economía. ¡Que nos cierran los bares! Brufau, pez gordo del Ibex, lo ha visto en números redondos igual que Trump, sólo que después: le parece “llamativo” que el mundo se hunda en la recesión mientras China, donde todo comenzó, salga disparada y triunfadora (“salimos más fuertes”).
Once veces fue avisado oficialmente el gobierno del peligro de “la Coviz” antes del Chernóbil feminista de marzo, sin efecto, y, cincuenta mil muertos más tarde, finge no pegar ojo con los contagios en Madrid.
–Los franceses no pueden quejarse de mí –dijo Napoleón a Metternich–. Para economizarlos, sacrifiqué alemanes y polacos. He perdido trescientos mil hombres en la campaña de Rusia, pero no había más de treinta mil franceses.
–Olvidáis, Sire, que estáis hablando con un alemán –dijo el ministro austríaco.
Llamativo.