Max Stirner
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Sólo del egoísmo debe aguardar la plebe alguna ayuda, dice el genial solitario Max Stirner, a quien Ortega urraqueó el yoyó de “la circunstancia”. Esta ayuda, avisa, debe prestársela a sí misma, porque la plebe es un poder, si no se deja domar por el miedo.
–La gente perdería todo respeto si no se la forzase a tener miedo –decía el espantapájaros del gato con botas, papel que el jefe del centro, Casado, ha elegido para la representación de la moción de censura del jefe de la derecha, Abascal.
En esta comedia cervantina “que nos pone un espejo a cada paso delante”, la moción viene a ser el espejo stendhaliano de un Régimen en pleno cambio de paradigma, del paradigma del reparto (consenso del 78) al paradigma del separatismo (consenso del 16), acontecimiento que “a nadie interesa”, a juicio del líder palentino, que niega “libertad de conciencia” a sus diputados, en contra del 67.2 de la Constitución, que prohíbe el mandato imperativo al modo del abate Sieyes (“no le gustaban ni los reyes ni los pueblos, ni los hombres ni las mujeres, sino únicamente él y el dinero”), retratado por Talleyrand en dos renglones: “Una inteligencia superior en sumo grado; su corazón es frío y su alma pusilánime, su inflexibilidad sólo está en su cabeza”.
Como abstencionario (no exento, sin embargo, de tributación), creo que, si 350 diputados de partido están obligados a votar lo que manden sus jefes, que hoy son 13, sobran, para no incurrir en malversación, 337 nóminas del Estado. Para rodar el “Buried” de Rodrigo Cortés no necesitamos los 300.000 extras del “Gandhi” de Richard Attenborough.
Pero Casado tiene una idea de la representación política tan “de Estado” que antes de las últimas elecciones propuso premiar al vencedor con “cincuenta diputados de Estado”, que es, en esencia, la Ley Acerbo de Mussolini.
–¡Un respeto! –te gritan en la Andanada de Las Ventas, si distraes cuando el estoqueador se perfila con la espada.
Pues eso, un respeto de Andanada para la moción.