San Rafael del Puente. Esta mañana
En cualquier rincón del Córdoba
Francisco Javier Gómez Izquierdo
Cuentan con orgullo los cordobeses que cuando la Iglesia hace 50 años, en 1970, juntó a los arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael para ser festejados el 29 de septiembre, no les pareció bien y así se lo hicieron saber a las autoridades civiles y religiosas. Las autoridades se movieron y la Iglesia concedió el privilegio a Córdoba de seguir manteniendo su San Rafael este 24 de octubre, día de los cordobeses “de to’a la vía”, “de siglos y siglos”, dicen los Rafaeles y Rafaelas mientras preparan el perol, una tradición a la que no les está permitido renunciar.
A San Rafael se encomiendan los cordobeses con mucho recogimiento, sin folklorismo. Hoy, el cordobita-cordobita se acerca temprano a la iglesia del Juramento o para unos minutos ante cualquiera de los triunfos levantados en su honor en la ciudad; sobre las once se quita la ropa de domingo, se pone el chándal, carga en el coche los avíos del perol y con la familia y compadres, en los que hay varios Rafaeles, celebra su día como si fuera una romería sin ermita en el parque de los Villares, en la explanada de la Feria o ...” cualquier sitio es bueno”.
Noto que en este 20, por temor más a los guardias que a la peste, los peroles se van a “mi campo”. “Mi campo” es una parcela a las afueras de Córdoba con su casita, su huertecito, su piscinita y hasta su aire acondicionado... que el cordobita ha ido construyendo “a pocos” en el que riega tomates, pimientos y calabacines y donde pasa los veranos metido en la piscina.
El perol es un arroz guisado por varones con mucho cariño y que se come después de las sardinas, las pancetas o choricitos que se asan mientras cuatro u ocho perolistas echan su dómino, con acento en la primera o. Sobre las cinco el perol está a punto y como marca la tradición: “cuchará y paso atrás”.
Es cosa sabida que San Rafael, “el que sana” curó al padre de Tobías con las vísceras y el corazón de un pez y ya tenemos contado aquí que en los siglos XIII y XVI espantó pestes en Córdoba, conforme dejó escrito el padre Roelas, al que se apareció el Custodio junto a otros cuatro caballeros. En este tiempo en el que nadie sabe qué hacer para librarnos de mal tan asesino quizás no esté de más encomendarse a San Rafael, criatura de la que se espera “medicina santa”. Doy fe, que en Córdoba no desfallece la confianza en su Custodio.