Raku
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Quienes no sepan cómo acabará el duelo Sánchez-Pablemos han de saber la historia de Raku.
Raku (“pequeñito, cetrino, amarillento, escuálido, de ojos oblicuos”) es el primer profesor de jiu-jitsu (especie de judo “suaviter”, ideal para liberalios) que viene de Japón a Madrid. Se coloca en el Price. Viste de frac, y en la pista se queda en calzones. Pesa 52 kilos, pero se declara invencible y ofrece un premio de ¡cinco mil pesetas! a quien sea capaz, no importa cómo, de resistirle durante dieciséis minutos.
En el periodismo está empezando Carretero, el Caballero Audaz, un ciprés de dos metros, un gigantón que pasa hambre.
–Yo digo que si trinco por las canillas y el pescuezo a ese Raku lo hago un sacacorchos.
Noche de gala. La Pardo Bazán, Bombita y el decadentista marqués de Vinent en los palcos. Carretero se quita la americana y desafía a Raku, que se quita el frac. Tanteo expectante.
–Por fin lo alcancé y como a un pelele lo lancé al aire con tal ímpetu que el profesor Raku fue a parar al palco que ocupaba Bombita.
Carretero lo da por acabado, pero Raku, sonriente, agarrado a la barandilla como gato a una celosía, vuelve.
–Ya no pude lanzarlo otra vez a los palcos. Cuando Raku quiso, de verdad, vencerme, me sentí inmovilizado. Se me plegó con todo su cuerpo a mi muslo derecho, y allí aferrado, me retorcía la rodilla para romperla. Con la mano golpeé el tapiz. Había resistido a Raku catorce minutos.
Raku padece úlcera de estómago y se alimenta sólo de leche. Pelea en ayunas, pues para el jiu-jitsu no hacen falta fuerzas. Con agilidad y dotes de observador, va uno que chuta.
–Nadie –dice Raku– ejecuta ningún movimiento sin que a la acción preceda su mirada. La observación es la mejor llave. Observando los ojos del adversario se sabe lo que va a hacer. Y, como los tigres, sé aferrarme a cualquier parte.
Mientras los liberalios juegan a galgos o podencos (llaman populismo a la democracia y democracia a la partidocracia), Pablemos observa a Sánchez.
Raku (“pequeñito, cetrino, amarillento, escuálido, de ojos oblicuos”) es el primer profesor de jiu-jitsu (especie de judo “suaviter”, ideal para liberalios) que viene de Japón a Madrid. Se coloca en el Price. Viste de frac, y en la pista se queda en calzones. Pesa 52 kilos, pero se declara invencible y ofrece un premio de ¡cinco mil pesetas! a quien sea capaz, no importa cómo, de resistirle durante dieciséis minutos.
En el periodismo está empezando Carretero, el Caballero Audaz, un ciprés de dos metros, un gigantón que pasa hambre.
–Yo digo que si trinco por las canillas y el pescuezo a ese Raku lo hago un sacacorchos.
Noche de gala. La Pardo Bazán, Bombita y el decadentista marqués de Vinent en los palcos. Carretero se quita la americana y desafía a Raku, que se quita el frac. Tanteo expectante.
–Por fin lo alcancé y como a un pelele lo lancé al aire con tal ímpetu que el profesor Raku fue a parar al palco que ocupaba Bombita.
Carretero lo da por acabado, pero Raku, sonriente, agarrado a la barandilla como gato a una celosía, vuelve.
–Ya no pude lanzarlo otra vez a los palcos. Cuando Raku quiso, de verdad, vencerme, me sentí inmovilizado. Se me plegó con todo su cuerpo a mi muslo derecho, y allí aferrado, me retorcía la rodilla para romperla. Con la mano golpeé el tapiz. Había resistido a Raku catorce minutos.
Raku padece úlcera de estómago y se alimenta sólo de leche. Pelea en ayunas, pues para el jiu-jitsu no hacen falta fuerzas. Con agilidad y dotes de observador, va uno que chuta.
–Nadie –dice Raku– ejecuta ningún movimiento sin que a la acción preceda su mirada. La observación es la mejor llave. Observando los ojos del adversario se sabe lo que va a hacer. Y, como los tigres, sé aferrarme a cualquier parte.
Mientras los liberalios juegan a galgos o podencos (llaman populismo a la democracia y democracia a la partidocracia), Pablemos observa a Sánchez.
El Caballero Audaz