Unamuno
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
El gobierno hunde la confianza económica y todos miran a su portavoz, Celaa, que es de Bilbao y no se hace entender en Madrid.
Cada mañana, al levantarse, Eugenio d’Ors escribía su glosa y la leía a su secretaria: “¿Está clara?” “¡Clarísima!” Y entonces D’Ors, pluma en mano, volvía a su mesa: “Oscurezcámosla”.
¿Es oscura Celaa?
Ya no. En tanto que ideas, la idea de oscuridad, nos dicen los filósofos, es tan buena como la de luz, y preguntada por el chalé oculto del ministro astronauta, la portavoz del gobierno de la dignidad (en el que todo el mundo parece tener la dignidad en una jaula colgada en su cuarto) dijo:
–Es un excelente ministro, es ejemplar y antes de ser ministro era astronauta. El Gobierno es un equipo de granito perfectamente engrasado.
Aquí es donde la prensa pragmatista hubiera podido exclamar con William James: “¡Qué putrefacción más perfecta!”
¿Excelente ministro? ¿Gobierno de granito? La cosa era ininteligible hasta que salió a la luz el opaco chalé bilbaíno (¡toma excelencia granítica!) de Celaa, que ahora pondrá una hoja de lechuga en la jaula de la dignidad y acelerará los trámites para la exhumación de la añorada ley de Defensa de la República que otro señor de Bilbao, Unamuno, glosó en “El Sol”:
–Como la Inquisición tenía el poder de castigar por brujería, tiene hoy la República, en virtud de esta ley, el poder de castigar por ofensas al régimen, entre ellas la de hacer apología del régimen monárquico, lo que constituye un aojamiento al que le ha sustituido. ¿Quién duda de que la República, tan tiernecita aún, no podría resistir sin serio quebranto una apología de aquel otro régimen? Así se da una sensación de firmeza y de que con la República no se juega, pues no es cosa de chiquillos.
¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y no hay nada nuevo bajo el sol.
Cambie, Celaa, su Aristóteles por el Eclesiastés y verá (granito por granito) el aojamiento de Cuelgamuros.