sábado, 6 de octubre de 2018

Talavante, el torero "antisistema" que hace que Matilla duerma como un abonado más viendo la adolfada




José Ramón Márquez

Segunda entrega de la feria de otoño por fascículos en esta tarde de octubre agradecidos al veranillo que no acaba de querer irse y que nos permite seguir yendo a los toros en mangas de camisa, tan ricamente. Todo el morbo de la tarde de hoy estaba concentrado en torno a Talavante. ¿Dará el extremeño el golpe de timón que precisa para cimentar su temporada próxima tras el “desencuentro” con Toño Matilla? ¿Será capaz de alzarse frente a los de Adolfo para decir “¡Aquí estoy yo!”? Bueno pues para no tener en ascuas al amable lector despejaremos de inmediato las incógnitas desvelando la respuesta a ambas cuestiones: No a la primera y No a la segunda, o sea que Matilla puede dormir como un lirón esta noche porque los avatares de Talavante no le van a quitar el sueño a corto plazo, tal y como se ha visto esta tarde. Ahí tenemos a un tío naufragando, a merced de las olas, no del tsunami de la casta sino de las olas de Mar Menor de una triste adolfada en la que Tala no ha sido capaz de poner un solo argumento capaz de ilusionar ni a los más acérrimos de sus partidarios, de darles un solo momento con el que poderse ir a La Tienta o al Puerta Grande a sacar pecho por el ídolo, porque Tala ha venido a Las Ventas a explicar la definición del sustantivo “abulia” antes de que entre Janli Cebrián de director en la RAE y le cambie la definición, cosa que sin duda hará. Los que quisieron hacer de Talavante un cruzado del antisistema, los que se ilusionaron con que el pacense sería el ariete para poner en cuestión el podrido sistema que rige la tauromaquia de la hora presente patinaron de largo, pues no parece que el paladín elegido tenga la rabia, los arrestos o la necesidad de dar golpe alguno de timón ni de nada, tal y como se ha visto en ambas comparecencias en Madrid en estos dos viernes de dolores talavantescos y si hace una semana al menos planteó un inicio de faena a su primero que hizo concebir ciertas esperanzas, hoy no ha habido nada reseñable en su labor que sirva para echar una campanilla al vuelo. Por segunda vez Talavante es protagonista en el cartel anunciador de las corridas de Las Ventas: en la feria del Isidro del año 13, con motivo de su fallida apuesta con victorinos, lo fue y ahora en el otoño del 18 por segunda vez y quien quiera verle en triunfo ahí tiene la foto del cartel, porque otra cosa no va a tener.

La otra cosa de la que conviene hablar es de la tontería del bombo de Domb el del Bombo, que nos lleva a Camba, cuando decía que la República había hurtado a los republicanos la posibilidad de creer que cuando ella llegase las cosas se arreglarían, pues aquí lo mismo, que en tantas conversaciones acodados en el mostrador de una taberna o cabe el ventanuco del Braulio hemos clamado por lo del sorteo y ahora Domb ha hecho el sorteo y amenaza con hacerlo en el Isidro del 19 y aquí no ha pasado nada, que dan lo mismo los toros con bombo de Domb que sin bombo de Domb o sin el propio Domb en Las Ventas, que esto es una treta para tener a la gente entretenida alrededor del bombo y que no se haga caso de la matraca que se nos presenta, sea fruto de los oscuros manejos de despachos y covachuelas o de la lotería primitiva de las bolas de Domb. Entretenimiento y dar a la gente de qué hablar no vaya a ser que caigamos en que el auténtico problema no es otro que desde que comenzó el siglo XXI no aparece un torero que sea una “tijera de cortar coletas”, como decían nuestros abuelos. Allá penas el que haya querido ilusionarse con Tala en ese sentido, porque es torero muy visto, muy analizado en sus carencias y en sus virtudes, que alguna tiene, pero desde luego no es el general que se precisa para dar la batalla en la hora presente ni con bombo ni sin él, ni con los cárdenos adolfos ni con los salineros conchaysierras.
La cosa ganadera sería la tercera pata de esta tarde decepcionante, y ahí tenemos a don Adolfo Martín Escudero que ha mandado lo que ha estimado oportuno a Las Ventas y que si esos toros en vez de llevar el hexágono con la uve dentro llegan a llevar una bellota serían de Los Chospes y si llegan a llevar una redecilla negra por el cuerpo serían un chorizo de Joselito, pues estaban tan alejados de lo mínimo que se podía esperar en cuanto a comportamiento e incluso en cuanto a presencia que a nadie le importó un bledo que don Gonzalo Julián asomase por la balconada que ocupa el pañuelo verde para dar salida a un cinqueño pasado del Conde de Mayalde que anduvo por allí, él que ya se las prometía tan felices de no tener que salir a dar su particular cante en la arena, total para lo que ya queda de temporada. Ahí salieron los adolfos, el Baratero, el Malagueño, lo que cualquiera se puede esperar de esa casa en cuanto a nombres y ni asomo de la casta o la fiereza ni del planeo de avión que le gustaba decir a Victorino Martín (qDg). En suma la cosa ganadera se fue yendo por el desagüe del desinterés y del tedio y aquello no arrancaba ni a tiros, si acaso el tercero, Malagueño I, número 41, fue el más proclive al asunto muleteril, dicho sea lo cual con el fin de resaltar algo.

Además de Talavante tuvimos en Las Ventas a Álvaro Lorenzo y a Luis David, que al parecer ha tomado la senda de Fortes de irse dejando retazos de nombre, pues Luis David es Luis David Adame por si alguno no se había dado cuenta. Ninguno de ambos fue capaz de poner en juego argumentos de peso, siendo Luis David el que tuvo enfrente el toro más “claro” de la tarde sin que eso sirviese para que su labor cobrase vuelo. Ni por la cosa de la lucha ni por la del arte fueron capaces Álvaro y Luis David de  hacer que el respetable se fijase en ellos, más atentos muchos desde sus localidades a las evoluciones de esa cargante paloma que se ha aquerenciado en el ruedo de Las Ventas, que ya incluso comienza a demostrar ciertas dotes de recortadora y a la que deseamos un pronto fin similar al del Perro Paco. En el programa se nos recordaba a los que no andamos ya muy finos de memoria que Álvaro Lorenzo abrió la Puerta Grande el Domingo de Resurrección, cuando teníamos toda la temporada por delante, y está bien que lo recordasen, porque de aquella gesta no queda en la memoria nada, absolutamente nada, lo mismo que si no hubiésemos estado en la Plaza aquel día de principios de Abril, lo cual nos lleva de vuelta a lo que tantas veces hemos repetido, que cómo es posible que de un tío que hace seis meses cortó una y dos orejas en Madrid no seamos capaces de recordar un solo lance, un pase y que ésta, como muchas otras tardes, nos la hayamos echado recordando a Pepin Jiménez, a Sánchez Puerto o la media de Antoñete, de cuando ni siquiera habíamos cumplido los treinta años.
Y además de todo lo anterior, capítulo aparte para Sergio Aguilar que ahí estaba, de mercurio y azabache, en la cuadrilla de Álvaro Lorenzo y que dejó dos firmas: una en la forma de banderillas al segundo, ganando la cara y clavando reunido y otra en el cuarto bregando con suficiencia y con torería, que le sobra.

Simon & Garfunkel revisited