Comte
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
El amor por principio, el orden por base, el progreso por fin.
Brasil lleva en su bandera a Augusto Comte, inaugurador de la espiritualidad liberal decimonónica, y eso es como si España llevara en la suya al cura Jesús Aguirre, apóstol setentero del progreso fino. Lo que pasa es que, con el triunfo electoral de Bolsonaro, los muyaidines mediáticos, para quienes todo lo que no es socialdemocracia es fascismo, confunden a Augusto Comte, inventor de la tríada progresista (teología, metafísica y positivismo) para Brasil, con Antonio Conte, reinventor de la tríada defensiva de los tres centrales para el Real Madrid.
Carlos Rangel recuerda muy a propósito el “chiste cruel” según el cual Brasil había sido toda la vida el país del futuro, y seguiría siéndolo por los siglos de los siglos, que a esto se reducen, después de todo, las leyes del progreso comtianas.
Brasil, una sola nación gigantesca, no es la América Española (fragmentada en diecinueve pedazos). Y rechaza categóricamente su inclusión en el “Tercer Mundo”. En los 60 puso en marcha el “modelo bresilero”: orden militar y retórica progresista. Ningún ganso graznó en el corral capitolino (“nuestra prensa y nuestra crítica de las ideologías”, en definición del filósofo Sloterdijk) la cuarta parte de insultos que en las últimas semanas se han despachado contra Bolsonaro.
–¿No habría que alertar alguna que otra vez contra los alertadores?
Es la pregunta del filósofo a estos locos de “l’alarme pour l’alarme” que hacen de la decadencia de la alarma una forma autorreferencial “casi hasta la lujuria”.
–¿De qué le sirven a la opinión pública estos gansos que graznan un aria demencial cuando es imposible ver a un solo moro en toda la costa? ¿O quieren decir que son los gansos que alertan de los moros los que deciden qué es un moro?
Volvemos a Rangel, que trae irresistiblemente a la memoria la confesión cínica de Stalin según la cual era “objetivamente revolucionario” en 1924 el monarca absoluto de Afganistán.