Por Armando Chávez Camacho
Misión de Prensa en España, 1948
En la camioneta de El Soldado íbamos el propio Luis Castro, Mario Sevilla, Ramoncito -que también ya está en México- y nosotros.
De repente, una exclamación:
-¡Allí va Belmonte!
Seis manos nos señalaron un objetivo difícil de distinguir entre la multitud de transeúntes. Pero un dato hizo posible la identificación:
-Es el del sombrerito jipi.
Rápidamente dimos la vuelta y entramos al típico café madrileño donde Juan Belmonte tiene su peña, todas las tardes, con un grupo de amigos.
Luego de las presentaciones nos dimos a la observación.
El fenómeno de los ruedos exhibe menor edad de la que debe tener. Chaparro, más o menos grueso, con el pelo negro, su gran quijada y su ancha boca, moviéndose, descubren varios dientes de oro. Medio tartamudea al hablar.
Delante de nosotros se toma una cerveza y come cacahuates, muchos cacahuates.
A un lado, el pequeño sombrero de jipi, un tanto arriscado.
-¿Cuándo se retiró usted de la fiesta, señor Belmonte? -preguntamos.
Comprendimos haber dicho una barbaridad al sentir cómo se clavan en nosotros las miradas de todos. Un gesto de Mario nos ilumina. En adelante ya no le diremos señor Belmonte, sino maestro o matador.
El interrogado sonríe o parece que tal hace por el mero hecho de poner en juego su gran mandíbula, y responde:
-Realmente yo no sé si me he retirado todavía de los toros.
Son dos, pues, nuestras barbaridades: la del tratamiento y la que entraña el contenido de la pregunta. Nos confirmamos en la segunda cuando los demás hablan de que Belmonte baja, de ves en cuando, a los ruedos.
-Me han invitado -informa- para ir a torear a Colombia. Si puedo sacar de allá dos tractores que necesito aquí, iré.
México, La Punta y Gaona
-¿Cuántas veces ha estado en México, maestro?
-Sólo he ido dos veces: en la temporada 1912-1913 y en la de 1921-1922. Pero de la segunda nadie se acuerda, y con razón, porque yo iba muy enfermo.
Inquirimos:
-¿No piensa volver?
-Me han invitado a ir a una tienta en La Punta. Valdría la pena. Tengo muchas ganas de ir.
Volvemos a la carga:
-¿Hace muchos años que no ve a Gaona?
Se queda pensativo. Luego dice:
-Muchos años. No le he visto ni las últimas veces que él ha venido a España.
Ganadero
Belmonte nos explica que es dueño de reses muy bravas, y que el ganadero mexicano Madrazo ha adquirido algunas suyas para conducirlas a México.
Manolete
Apenas si comenta Belmonte con algunas frases -¡qué horror!, ¡qué espanto!- cuando rozamos el tema de Manolete, cuyo sacrificio estaba entonces reciente.
México y España
Entre los asiduos asistentes a la peña se cuentan varios críticos taurinos. Uno de ellos interrumpe a cada momento la conversación para hacer cálidos elogios de Puebla y Tasco; para mostrar una cigarrera con el escudo azteca; para declarar, en fin:
-España no se contempla sin México, pero México es mejor que España en el sentido español.
Cuba y Portugal
Belmonte asiente a todo, pasivamente.
Acaba de llegar a Madrid la noticia de la actuación de Armillita y Silverio en La Habana.
Tocado el asunto, Belmonte se pregunta:
-¿Cómo serán las corridas de toros en Cuba, sin matar?
Y él mismo responde:
-Serán como las de Portugal: incompletas. Porque matar al toro es la suerte suprema de la fiesta.
"El Poreto"
Tomándose otra cerveza y comiendo más cacahuates dejamos a Belmonte con sus acompañantes. Ahora nos vamos a oír cantar flamenco a El Poreto, un gitano que prepara sus maletas para el viaje rumbo a México.
De Angelillo nos dice que no es gitano auténtico y que por eso no siente el "cante jondo". En cambio El Poreto suda y sufre y vibra con el "cante jondo".
¡Con qué entonación especial, especialísima, nos hace oír Me he de comer esa tuna! Y ¡cómo conversa, gracioso, interminable y lleno de sabor!
De El Poreto podría afirmarse lo que alguien dijo de José Juan Cadenas*: que hablar con él era adquirir una póliza de seguro contra el aburrimiento.
Otra preocupación de Belmonte
En el hall de nuestro hotel madrileño vimos avanzar hacia nosotros una cara sonriente. Nos parecía conocida, pero no acertábamos a precisar a su propietario. Fue el sombrerito blanco de jipi, medio arriscado, el que nos dio la clave.
De mucho maestro y mucho matador saludamos a Juan Belmonte, quien fue luego a sentarse, en el comedor, a una mesa cercana a la nuestra.
Después, muchas veces, ocurrió lo mismo: el saludo, la charla breve y la comida solitaria, siempre los ojos listos como en espera de alguien -o de alguna- que no llegaba.
Entendimos entonces que Juan Belmonte, además de su preocupación de criador de reses bravas, tiene ahora otra preocupación. Pero nunca percibimos a su lado la figura que la encarna.
*José Juan Cadenas, periodista y empresario teatral, gran impulsor de la Sociedad General de autores, corpulento, socarrón t dandy, mezcla de Rochefort y Pierre Louis. Como corresponsal de Abc en Francia, Inglaterra, Alemania e Italia es elogiado por Gómez carrillo y Bonafoux.