Hughes
Abc
En su artículo de hoy en el diario EM, en el que habla del voto a Trump como “voto cafre”, Arcadi Espada deja esta frase: “La ausencia de apocalipsis se debe, probablemente, al funcionamiento de los checks and balances de la democracia”.
La frase me interesa mucho, aunque no es original.
En primer lugar, se refiere, creo yo, no a los “checks and balances” de la democracia, sino a los específicos de la democracia americana, es decir, de su Constitución. Y me interesa porque es un argumento recurrente. Los que más en contra estuvieron de Trump nunca vieron esos checks and balances antes de las elecciones. Eran una de las razones para la tranquilidad, para la gran tranquilidad de todos, pero ellos la descubrieron después. Con ello reproducían el argumento de los demócratas: junto a la “Resistance”, los americanos tenían que encomendarse más que nunca a la Constitución. No cambiarla ni reinterpretarla, sino agarrarse a ella. Esto le daba a vuelta al argumento, porque los que más se habían preocupado de la Constitución eran, precisamente, los republicanos, y en especial los partidarios de Trump.
Los demócratas (y su eco trasatlántico -por cierto, qué curioso y afortunado es esto de ser más o menos Demócrata en las cuestiones del mundo y neoconservador restrictivo en las nacionales-), los demócratas, decía, pintaban la cosa como un combate entre la Constitución, establecida como suprema garantía, y el terrible Trump que la iba a amenazar. Pero la realidad quizás sea otra. Me atrevo a decir que es otra. Trump no es alguien “a pesar” de la Constitución, sino por la Constitución.
En primer lugar, su (para muchos) intolerable naturaleza personal es producto directo de cómo se elige el presidente. Trump no vino elegido por un dedazo, ni por una organización de partido ni por un Parlamento, sino por la gente. Suena intolerablemente populista, pero así es. Así lo permiten las reglas allí. Trump es lo presidente porque la Constitución quiere que lo sea, y tiene dos objetivos fundamentales que son eminentemente constitucionales: uno es conservar la Constitución en su interpretación más fiel en la Corte Suprema, asunto en el que ya está empezando a recoger los primeros frutos, y, en segundo lugar, propiciar la superación del bloqueo de poderes, de la parálisis de esos checks and balances con una nueva mayoría republicana. Su movimiento, por lo que tiene de síntesis de unos y otros, superaría un bloqueo permanente que es casi una crisis constitucional. Así que esos “checks and balances” a los que se apela, a mi parecer un poco tarde, son, no enemigos de Trump, sino explicación de Trump.
Trump no es CONTRA la Constitución (como Puigdemont o Iglesias, por poner recientes y asombrosos elementos de comparación) sino PARA la Constitución y, sobre todo, POR la Constitución. Es decir, que se explica por ella y desde ella.
Mapa cafre americano. Presidenciales 2016
Una cosa para terminar.
La Constitución americana permite un presidente popular, de la gente, permite un Trump, así que el resultado de Trump no es imputable al “Estado de Bienestar”, como afirma sorprendentemente Espada, sino quizás, por ponerse a aventurar, a un estado de cosas en la cultura popular. ¿No tendrán la culpa de Trump y su penetración y éxito popular décadas de educación liberal? Lo digo como mera suposición. Un hablar por no callar.
En segundo lugar, me fascina que los más antitrump sean quienes a la vez libran argumentalmente en España la “batalla” contra las identidades de géneros y los excesos y problemas disolventes que han arruinado a los demócratas en EEUU. Todas esas cosas que hizo y hace Trump en Estados Unidos gracias al “voto cafre”.