DOMINGO, 28 DE OCTUBRE
En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, el ciego Bartimeo, el hijo de Timeo, estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: «Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí.» Muchos lo regañaban para que se callara. Pero él gritaba más: «Hijo de David, ten compasión de mí.» Jesús se detuvo y dijo: «Llamadlo.» Llamaron al ciego, diciéndole: «Ánimo, levántate, que te llama.» Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús le dijo:
-¿Qué quieres que haga por ti?
El ciego le contestó: «Maestro, que pueda ver.» Jesús le dijo:
-Anda, tu fe te ha curado.
Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.
Marcos 10, 46-52