George Santayana
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Ahora que Aznar, el cuate ibérico de Bush, ya reconoce los éxitos de Trump, cosa que no hace Bush, el cuate tejano de Aznar (Trump fue el único americano relevante que se opuso a la guerra de Iraq), saldrán los liberalios, que hace dos años no se enteraron de nada (“cuñadismo”, “gilismo”, decían los de meñique más elevado), a explicarnos el trumpismo.
Aznar, enumerando los logros de Trump (sólo se olvida del mayor: poner al periodismo ante el espejo), parece un judío de “La vida de Brian” enumerando los logros de los romanos: impuestos, crecimiento económico, bolsa, revolución comercial, blindaje del legado de Scalia en la Corte Suprema, embajada en Jerusalén, reconstrucción militar, respetabilidad imperial ante Corea e Irán…
–Pero el estilo no es el mío (risa de conejo) ¡y no lo alabo!
Y es que Aznar, hijo del Consenso al fin y al cabo, que en España cree que Casado volverá a meter en la lámpara al genio del separatismo, en América sería un “rino” (republicano sólo de nombre) liberal de los que dan erróneamente por sentado que la democracia americana (tampoco hay otra) fue el desarrollo del liberalismo parlamentario, no una rebelión contra él.
Estamos en lo que Santayana llamó “la ironía del liberalismo”: aquí, el voto del liberal, donde puede votar, no parece decisivo, pues al elegir gobierno, como al escoger mujer, sólo están disponibles habitualmente dos o tres candidatos, de modo que el modesto privilegio del liberal es declarar con ilusión cuál quiere y, entonces, aguantarse con el que consigue.
–Todos los liberales sinceros son esnobs superiores.
El principio del esnobismo superior es que ningún hombre puede desear nada más que lo que los mejores, los esnobs superiores, desean. La dirección que mucha gente seguiría con agrado (¡populismo! ¡populismo!) llena al esnob superior de disgusto e indignación, pues él no desea en absoluto que ellos sean felices, salvo que puedan ser felices siguiendo la dieta propia de él.
A ver qué nos cuentan ahora.