Señoritas Lopetegui, Julia Fons y Pozuelo
Hughes
Abc
El partido dejó una intensa sensación de déjà vu. Una pancarta gritaba al mundo que España es una «dictadura» como aquel «Catalonia is not Spain» de los Pujol; Suárez disfrutaba de la impunidad de Stoichkov, pero con más mérito porque ahora hay VAR, y al final se lanzaban «manitas» al aire. Vidal, ayatolá del antimadridismo internacional, salía a estoquear. La realización combinaba con genialidad publicitaria a Messi con niños angelicales, japoneses con la sonrisa de Luis Suárez, peñistas del Kurdistán y hermosos planos de una Barcelona de Woody Allen. Allí solo faltaba Bruins Slot. ¿Cómo alguien en este planeta puede ser del Madrid? Ramos regresaba al vestuario como Don Quijote y Lucas aportaba el realismo hambriento de Sancho. Eran los años 90. Lo más oscuro y olvidable de los 90 madridistas.
Para llegar a ese viaje en el tiempo no ha tenido que equivocarse sólo Lopetegui, aunque ayer fue el día en que hasta el más remiso al despido tuvo que claudicar. Lopetegui ha sido la confusión psicodélica de Vanderlei Luxemburgo, el carisma de López Caro, la autoridad de Juande Ramos y la alegría de vivir de Pellegrini, agitado y servido todo con las zapatillas de Luis Enrique.
La pelota y la grandeza las tuvo el Barça, el Madrid temblaba como un cervatillo «emo» asustado por la presión y mandaba balones largos a la velocidad no precisamente jamaicana de Benzema. Era otro «balones altos a Eloy». Con todo, bastó un cambio de sistema (el 5-3-2 sobre el que Del Bosque reanimó al club ya hace siglos) para que, con 2-1, la pelota y los primeros indicios de miedo en el Barcelona, llegara el inconcreto asedio. Una sensación conocida, una fabricación de impotencia. Isco y Benzema rondando el peligro hacen lo que pueden, pero no son delanteros sino personas haciendo de delanteros. Están siempre a punto, pero no llegan, como López Vázquez en sus asedios a la sueca.
El Madrid es «La Matanza de Texas» en su área, Mario Casas (incomprensible) en el mediocampo y Benny Hill con su musiquita interminable en el área rival. Marcelo tiene que sacar la pelota y meter los goles.
El Madrid moderno ha construido el club sobre las estrellas. Ha inventado una forma de jugar (o de no-jugar) y una especie de esoterismo de remontadas y chiripas magníficas, pero sin Cristiano y Zidane el Madrid queda como un edificio sin los luminosos. Broadway sin neones. La Gran Vía sin «El Rey León». Quedó Lopetegui al cargo de una superproducción sin la estrella y se le fue poniendo cara de encargado de cementerio. El Madrid había sido estos años como un espectáculo de escapismo. Se ponía una camisa de fuerza. Se metía en una caja cerrada. Lanzaba la llave y la caja al mar y al final, por mayo y al borde de la asfixia, acababa saliendo como una stripper experta en fitness de una tarta, y todo porque estaba David Copperfield.
Ahora se intenta el truco y no sale nadie, solo se oye el glugluglú de Bale. Ahora a la azafata se le pasa el serrucho y se la parte realmente por la mitad (por el centro del campo), siendo la azafata un poco Lucas Vázquez, el único recurso final del entrenador. Si lo único que se puede es sacar a Lucas es que algo anda muy mal.
¿Por qué se fue Zidane? Zidane fue como el cura de «El Exorcista»: vio lo que había allí dentro y se tiró por la ventana. Lopetegui se redujo al absurdo: justo antes del 1-0 hubo una jugada en la que Bale estaba pendiente de Alba por detrás de Modric. El mundo al revés. Otro momento definitivo fue sacar a Asensio justo después del 3-1.
El Barça no tuvo a Messi, pero puso seis centrocampistas. Y además de ser mejor equipo, como casi siempre, demostró que Suárez, su vice-estrella, tiene más gol que toda la delantera del Madrid.
Fue un gran fracaso de Bale. Después de años viéndole no es posible decir de qué juega o de qué prefiere jugar. Está incómodo en todos lados, como un forúnculo carísimo. A los que pidieron la renovación de Modric se les tendría que intervenir los párpados como en «La Naranja Mecánica» y condenar a un video interminable con sus transiciones defensivas y el «Lukita, Lukita» de fondo.
Lopetegui es historia que tú hiciste y tendrán que agradecer al Barça la contundencia para poder cortar por lo sano. El que venga al menos encontrará a Vinicius sin estrenar.