Ignacio Ruiz Quintano
Abc
En la España de la Monarquía Católica la teología del pecado original deviene para el gobierno en “delito de odio” (¡qué guion se perdió aquí el genial Luigi Magni!), y Almeida, el alcalde de la capital, que presume de abogado del Estado, como Bolaños, nuestro Notario Mayor del Reino, envía a uña de caballo a los bomberos a retirar de la fachada de un edificio una lona contra el presidente del gobierno, Sánchez, cuya idea de la libertad de expresión difiere de la de Lyndon B. Johnson, cuya América, nos recuerda Tom Wolfe, fue el único país occidental que permitió representaciones públicas de “MacBird”, una obra en la que Johnson asesinaba a John F. Kennedy para erigirse en presidente. Al caer la lona de Sánchez, Velo de Maya del infausto 78, el pueblo, que es zafio, se embarca en un viaje espiritual de autoiluminación y grita: “¡Tiranía!” Es decir (famoso decir de Hamilton): “Donde todo está en una mano”. El 78 español, esa “tiranía jadeante”, fórmula de Vandal para el Directorio francés, su modelo siniestro.
A mediados del veinte, escribía Nicolás R. Rico que, desde el Cristianismo, los derechos fundamentales, centro de nuestra civilización, si se han proclamado entre alegrías, se han ejercido entre lágrimas sangrientas: su historia sería la de un gran dolor a punto de resolverse hoy en una vana historia. ¡El hombre ha desdeñado sus derechos!
–Antes de que ningún tirano viniera a quitarnos nada, ya habíamos renunciado a todo. Las modernas tiranías no son causa de nada, y sí efectos de muchos hierros propios. Hay que tener el valor y el humor de proclamarlo: el hombre europeo es víctima de sí mismo. Sus tiranías las ha empollado en sus propias polleras.
Nadie, insiste, ha venido de fuera a robarnos nada. Mas ninguna grey humana renuncia de grado a transferir sus propios yerros a un Azazel expiatorio. Porque este desviar la responsabilidad hacia “lo otro” –el forastero, el extranjero, el judío, la clase, la raza– puede llegar a hacerse verdadero, pues a la postre con las ideas falsas pasa lo que con las dolencias fingidas: se tornan reales. ¿Por qué los europeos nos hemos quedado pura, simple y gravemente sin Derecho?
–Las tiranías no nacen: se hacen; y las hacen (las preparan y ceban) los que después van a ser sus primeras víctimas. Ésta es una de las más crueles paradojas de la convivencia política: la víctima es casi siempre la inductora de su propia pasión futura.
Almeida es “colombófilo”: como alcalde entregó las llaves de Madrid al ex M-19 Petro, y como abogado del Estado vigila los pinchos anti palomas en los edificios con la Oldruam en la mano, que impide el remate de cerramientos “con elementos que puedan causar lesiones a personas y animales”, como los “sistemas antiposamiento”, en el caso de las palomas , o como las lonas de Sánchez, en el caso de las personas (lesiones de imagen), que de ahí la urgencia, insólita en España, del auto judicial con la orden de retirada de la imagen del galgo de Paiporta que refuta a Carl Honoré en su “Elogio de la lentitud”.
[Viernes, 23 de Mayo]

