El 1 de enero de 1955, mientras tañían las campanas de la Real y Antigua, el alcalde capitalino Florentino Díaz Reig y sus concejales saludaban exultantes a los 2.400 vecinos del nuevo barrio y se preparaba la paellada popular. En la Casa Consistorial había taberna y carnicería y el pueblo disponía de martillo pilón para fundir piezas, pellejería, varias lecherías y cochinerías, talleres de chapa y numerosos bares.