viernes, 16 de enero de 2015

"Espíritu, ¿me recibes?"

Hughes
Abc

El vídeo de la ouija de Roncero ha despertado muchas críticas. Yo lo entiendo, claro. Se trata de una ficción, que diría Arcadi. No, no, mejor: una fiction. Es normal que a los más finolis les haya parecido escandaloso.

A mí lo que más me gusta del vídeo es el conjunto de manos, manitas adiposas, sobre el vaso de chupito. Ahí se veía energía. No sabemos si hablaba Juan Gómez o el colesterol. No cabían esos dedos, parecían una ración de morcillas sobre el tablero. Mientras el espíritu se manifestaba, Roncero iba deslizando el retrato de Juanito con la otra mano. En el bar, convertido en panteón,había una leyenda quizás un poco redundante: “Siempre eterno”. También comida preparada, dieta espiritista: salchichas, callos y torreznos. Los peñistas, fuerza psíquica para la invocación, estaban en plan de ayuno espiritual y declinaron. Esto de la ouija no es tan raro; en Telecinco tenían un programa en el que entrevistaban a muertos mediante una médium inglesa. Yo ya fantaseo con una tertulia psicofántico-madridista con un Profesor Germán de Argumosa con las ojeras de Pedrerol y un Tristan Braker que hiciera de árbitro.

Roncero me cae bien. Recuerdo sus serias informaciones sobre las movidas de Lorenzo Sanz cuando estaba en El Mundo. Y siempre me ha parecido un buen columnista. Tiene ritmo, elocuencia y un talento… ¿plástico? Y se construyó un personaje, como la gran mayoría del columnismo español. El ethos de la columna,que me decía un compañero. Pues de ethos Roncero va sobrado (de ethos, de pothos y de lo que quiera). Se fue exagerando hasta meterse en una de Torrente. Pero no está mal. La ouija de ayer era el chiste que le hacíamos cuando hablaba de la remontada. Pues ha cogido su chiste y ha vuelto a meterse dentro. Una genialidad. Sucede también que ser Roncero estaba poniéndose imposible. Antes, Roncero podía ser Roncero con cierta facilidad, pero ahora no puede descuidarse. Hay un roncerismo rampante que pone el listón muy alto. Él, por lo menos, se trabajó a las peñas. Me lo imagino parado ante el perchero cada mañana, mirando con temor y resignación su bufanda antes de cogerla para salir de casa. Lo siguiente puede ser (yo dejo la idea) dejarse poseer por Guruceta para aclarar la leyenda negra. Pero mi mayor fantasía sería un Roncero íntimo que odiase el fútbol y, sobre todo, que detestara al Real Madrid. Que mirara el club como se miran los trabajos. Y que al llegar a casa le pusiera a sus hijos ballet, cine clásico y música de cámara. Un Roncero antifutbolero y furiosamente antimadridista sería, bien mirado, lo más natural.