Abc
El Real Madrid ha ido a imponerse el fajín de general Invierno a Getafe, lugar escogido por el Dios de Jardiel para iniciar su tournée, que fue “La tournée de Dios”, un libro tan gracioso como la iscomanía pipera.
Dios fue a aterrizar en Getafe sobre el Cerro de los Ángeles, donde el Corazón de Jesús al que luego fusilarían los milicianos por permitirlo.
El Madrid aterrizó en el Coliseum Alfonso Pérez, aquel canterano del Madrid que Lopera le compró a Lorenzo Sanz para venderlo al Barcelona donde el chico declaró ser culé de toda la vida.
En el Coliseum faltó el piperío, pero no se le echó de menos, porque su ausencia fue cubierta por los locutores del Plus, que no se cansaron de repetir lo bueno que es Isco (Iniesta y Zidane en uno, afirman los más moderados).
El jueves, tras la enésima pasada por la piedra pómez de Simeone, dijo Ancelotti una cosa que no puede decir un entrenador, pero sí un administrador de egos:
–La eliminación es buena para el equipo, pues nos permitirá descansar.
¡Si al menos hubiera hecho suyo el tuit de Kim Jong-un: “El último doblete de Torres que recuerdo lo hizo Bin Laden”!
El caso es que bien descansados los egos por la eliminación copera, el partido de Getafe fue un “déjà vu” liguero: peloteos en la media luna y remates del primero que pasa.
El caso es que bien descansados los egos por la eliminación copera, el partido de Getafe fue un “déjà vu” liguero: peloteos en la media luna y remates del primero que pasa.
Enfrente, nada, salvo el morbo de Pedro León, otro que también iba para Beckham y Zidane en uno, sólo que en vez de dar con un administrador de egos dio con un entrenador y se tuvo que marchar.
El hueco sentimental de Pedro León lo ha llenado Isco, y el piperío valdanista hace cuentos con lo que sería hoy un Madrid con Pedro León, Canales e Isco, “el jugador mundial”, para el Plus, y para Butragueño, “el jugador inmaculado”, es decir, la Blanca Paloma.
El colmo de esta idolatría pipera fue el memorable “Isco, Isco, Isco” del Bernabéu como cenefa a una patada mastuerza de Isco a Gabi, ya con el Madrid eliminado, hipnosis que no se produjo ni con el pisotón de Juanito a Matthäus.
Ocurre que, mucho “Isco, Isco, Isco”, y luego, ante la visita de Simeone al Bernabéu, el piperío invoca a Juanito en una ouija roncerista que Hughes ha descrito como conjunto de manitas adiposas sobre el vaso de chupito:
–Ahí se veía energía. No sabemos si hablaba Juan Gómez o el colesterol.
(Hughes, que es la única agudeza que nos ha traído el fútbol desde hace un montón de años, dice que su mayor fantasía sería un Roncero íntimo que odiase el fútbol y, sobre todo, que detestara al Real Madrid: “Que mirara el club como se miran los trabajos. Y que al llegar a casa les pusiera a sus hijos ballet, cine clásico y música de cámara.”)
Sirvan estas cosas para darse cuenta de la manera de extraviarse que tiene el madridismo cuando se pierde un título. O de la importancia de la victoria del Madrid en Getafe. Tanta, al menos, como los votos en lo del Balón de Oro de Casillas a Pellegrini y de Messi… a Mourinho.
QUIQUE SÁNCHEZ FLORES
Fue un dos discreto del Valencia y del Madrid, pero desde pequeñito Quique Sánchez Flores tuvo cháchara de enlace sindical, y sabida es la admiración que levanta en España el que habla de prisa y seguido (“parpayuelas”, los llaman en Asturias), como Felipe González, Pablo Iglesias… o Quique Sánchez Flores, cuyo antimadridismo nunca me expliqué. Una vez entrenó al Atlético, y lo recuerdo corriendo al final de un partido detrás de un futbolista del Español, para pegarle, “porque nos ha faltado al respeto”. Ayer se estrenó con el Getafe, equipo que sólo remató una vez, en los minutos de la basura, y dio en el poste. Mediáticamente, Quique Sánchez Flores tiene tratamiento de crack.