Jorge Bustos
La comunidad internacional -ese oxímoron- ha afectado una fogosa indignación ante el trágico desenlace de la aventura guevariana de la Flotilla de la Libertad. A esta flotilla -al menos a sus ideólogos y no a las celebrities que les servían de comparsa mediática- le importaban los gazatíes tanto como a Willy Toledo los saharauis. De lo contrario, hubieran dejado que Israel siguiera suministrando sus 800.000 toneladas anuales de comida a Gaza. Pero, ay, un pacifista no es una guevarista, y no imaginamos a Gandhi fabricando de urgencia cócteles molotov. Cuando uno juega a ser el Che, es probable que uno acabe como el Che.
Sí: se han pasado. Pero los periodistas occidentales redactan sus encendidas condenas a Israel... desde ciudades israelíes, porque no les dejarían criticar a Hamas desde la Franja. Esas críticas se nos antojan de un fariseísmo equivalente al que pudiera exhibir un concejal de salud pública que trona en rueda de prensa contra la prostitución... cuando se va de putas todos los viernes. Cualquiera sería pacifista si todo el planeta fuera pacifista, pero es que hay gente que tiene costumbre de dinamitarse en nuestros mercados. Lo cierto es que Israel nos hace el trabajo sucio a todo el mundo libre, porque Oriente Medio no está para cúpulas de Barceló. Allí no hay halcones judíos y palomas palestinas: hay halcones eficientes y halcones torpes. Lo que no se le perdona a Israel es que sea más listo y más fuerte, y que en vez de discursear a lo Lula aplique su antiguo fuero, la ley del talión, que no dispone la simetría punitiva, sino cortar la mano cuando te aplastan el dedo. Ésa es ley que rige en cualquier guerra y es la que ha permitido a Israel subsistir hasta hoy. Pero, en fin, los viñetistas de progreso seguirán dibujando sanguinarias narices aguileñas: cualquiera se pone a caricaturizar a Mahoma.
(Época)
La comunidad internacional -ese oxímoron- ha afectado una fogosa indignación ante el trágico desenlace de la aventura guevariana de la Flotilla de la Libertad. A esta flotilla -al menos a sus ideólogos y no a las celebrities que les servían de comparsa mediática- le importaban los gazatíes tanto como a Willy Toledo los saharauis. De lo contrario, hubieran dejado que Israel siguiera suministrando sus 800.000 toneladas anuales de comida a Gaza. Pero, ay, un pacifista no es una guevarista, y no imaginamos a Gandhi fabricando de urgencia cócteles molotov. Cuando uno juega a ser el Che, es probable que uno acabe como el Che.
Sí: se han pasado. Pero los periodistas occidentales redactan sus encendidas condenas a Israel... desde ciudades israelíes, porque no les dejarían criticar a Hamas desde la Franja. Esas críticas se nos antojan de un fariseísmo equivalente al que pudiera exhibir un concejal de salud pública que trona en rueda de prensa contra la prostitución... cuando se va de putas todos los viernes. Cualquiera sería pacifista si todo el planeta fuera pacifista, pero es que hay gente que tiene costumbre de dinamitarse en nuestros mercados. Lo cierto es que Israel nos hace el trabajo sucio a todo el mundo libre, porque Oriente Medio no está para cúpulas de Barceló. Allí no hay halcones judíos y palomas palestinas: hay halcones eficientes y halcones torpes. Lo que no se le perdona a Israel es que sea más listo y más fuerte, y que en vez de discursear a lo Lula aplique su antiguo fuero, la ley del talión, que no dispone la simetría punitiva, sino cortar la mano cuando te aplastan el dedo. Ésa es ley que rige en cualquier guerra y es la que ha permitido a Israel subsistir hasta hoy. Pero, en fin, los viñetistas de progreso seguirán dibujando sanguinarias narices aguileñas: cualquiera se pone a caricaturizar a Mahoma.
(Época)