domingo, 7 de febrero de 2010

"POR MÍ, PUEDE USTED IRSE A LA MIERDA"


Visto y no visto

MUÑOZ MOLINA DESCUBRE A RUANO


Ignacio Ruiz Quintano
abc.es


A Jorge Bustos, que empieza en esto


De joven, para hacerse notar, César González-Ruano va al Ateneo y grita que el Quijote es una bobada. “A González no le gusta Cervantes”, titulan al día siguiente los periódicos.

Antonio Muñoz Molina descubre ahora a Ruano: como escritor, que es una cosa que no hacía falta, y como fascista, que es una cosa que todo español llama a quien no piense como él, con lo que fascistas siempre son los otros.

Ruano no tiene nada de Muñoz. Tuvo motivos para ser fascista, y no lo fue; los dio para ser académico, y tampoco lo fue. Pero España sigue haciendo académicos y fascistas sin motivo.

Ruano es un dandy que admira la independencia de un Valle-Inclán carlista frente a los alfonsinos; aristócrata frente a la greña jacobina; católico frente al ateísmo del Ateneo; republicano frente a Primo; y frente a la República que suspende los diarios, conservador. O sea, otro fascista.

–Mire usted, querido Ruano: usted me estima y yo le correspondo, pero son tiempos de pocas bromas y usted tiene fama de fascista –le dirá el pizpireto de los Machado, Manuel, cuando a todos se les echaba encima el 36–. De modo que le agradeceré que no se muestre tan efusivo conmigo en público, porque yo soy un republicano que está con el pueblo.
–Descuide, usted, Manolo... Ni en público ni en privado. Por mí, puede usted irse a la mierda.
Ruano entra en la República como republicano feroz. Reportea para el Heraldo la quema de conventos con una sorna francamente progresista. Encarcelan a Juan Ignacio Luca de Tena, propietario y director de ABC, acusado de matar a un taxista que se negaba a dar vivas al Rey. La Justicia no sostiene el disparate, pero el Gobierno, que quiere al periódico cerrado, sí. Y Ruano visita en la cárcel a Luca de Tena, y le dice que, con su encarcelamiento, ha dejado de ser republicano. Al contrario que todos, Ruano se hace monárquico al caer la Monarquía, y en las visitas a los cementerios románticos organizadas por Foxá, ante el ataúd abierto de un vizconde galo muerto en Madrid después de la Revolución francesa, grita:

Monsieur le Vicomte, vive le Roi!
Amenazado de muerte por los “chíbiris” del Lenin español, Ruano contrata a un guardaespaldas para transitar por lo que queda de República. El 18 de Julio lo sorprende en Roma con Raquel Meller, mientras los progresistas lo buscan en Madrid para asesinarlo. De ABC caen dieciocho escritores, y más de cincuenta obreros del taller. El asesinato de Manuel Bueno le atraviesa el alma.

–Cerraba los ojos, doloridos sólo de imaginarlo a él, tan aprensivo, tan delicado, tan dandy, muriendo a empujones y golpes de aquella canalla vil en la que su ingenuidad no quiso creer... “Aquí, Ruanito, no pasa nada. Y aunque pase, ¿quién quiere usted que se meta con gentes como usted y como yo? ¿Hay seres más inocentes?”

Menudo fascista, Manuel Bueno.