En la Roma republicana, este español recalcitrante no hubiera sido senador. Tampoco en las obras de Shakespeare. Pero es español, está en España e iba con su señora. ¡Pobre muchacha, por inocente, la azafata! ¡Estorbarle el paso a un español amito de España delante de su señora!
-Pero ¿usted no sabe quién soy yo?
Por la cabeza de la joven pasó la posibilidad de que fuera el fontanero, que venía a arreglar el agua. Sólo que los fontaneros de ahora, que vienen del Este, son apuestos y tienen carrera.