jueves, 9 de junio de 2016

Feísmo

Pobre don Niceto

Ignacio Ruiz Quintano
Abc


El feísmo es el ismo de cuando la cosa se pone fea.

Nadie pintó mejor que Ruano aquel Madrid treintañón, afeado y entristecido por la pasión política, que daba a la calle un tinte agrio y a la ciudad un clima moral desapacible.

La creciente propaganda, auténtica revolución en marcha de las izquierdas españolas, tuvo siempre un aire amenazador y, sobre todo, grosero, hijo del feísmo y de un rencor acumulado que encogía el alma y nos tenía a todos en una nerviosa provisionalidad.
Quienes, como Ruano, profesaban el individualismo esteticista y carecían de pasión por ningún tema colectivo, se refugiaban en la intimidad y en los temas eternos, que es adonde nos empuja hoy la banda de “telepollas” (hallazgo celiano) que promueve la Revolución Pendiente.

En muchos pueblos del centro y sur de España, las personas de orden para viajar necesitan autorización que da el alcalde, después de oír a los partidos socialista y comunista, designando entre las juventudes acompañante que a costa del viajero le sigue sin dejarle y se instala en los hoteles o fondas a su lado –anota en sus diarios presidenciales don Niceto Alcalá-Zamora.
Es lo que la historiografía progre llama “la legalidad republicana”, que, bien mirado, tampoco parece tan lejana.

Hombre, de aplicarse otra vez, como desea “la gente”, a Carmena, sabido que es partidaria de andar por la calle con los “leuros” que hacen falta para comprarse un chalé al contado, podrían ponerle detrás, como a los ricos republicanos, a un miliciano de uno de los dos partidos que la apoyan para, a su costa, dar cuenta de cuánto y en qué se gasta sus dineros la Abuela del Pueblo.
Si fue siempre peligroso en España ensanchar el albedrío de los alcaldes, con tipo de monterilla y alma de caciques, calcúlese lo que sería en el estado de guerra civil que se atraviesa (¡marzo del 36!), convertidos aquellos en cabecillas de los bandos, y con triste ejecutoria de forajidos muchos de ellos.

Pobre don Niceto.