lunes, 27 de junio de 2016

Improvisado concurso de ganaderías y una oreja mulillera de los "Ben-Hur" de LasVentas

El cierre de los colegios
José Ramón Márquez
Hoy, se conoce que con la cosa del Festín de la Democracia, el elemento hispánico ha fallado estrepitosamente en Las Ventas. Hoy eran Las Ventas de la ONU, llenas de esos abnegados turistas que se van a echar la tarde tan ricamente y que, sin ellos saberlo, sostienen nuestra afición mientras que la magra parte de la cátedra que va quedando abdicó de manera ostensible de acercarse a la Plaza de Toros. La verdad es que hoy era un día bien a propósito para ir a los toros, porque lo mismo que nuestros bisabuelos se enteraron del desastre del 98 a la salida de la Plaza, nosotros podríamos enterarnos del desastre premonizado por inútiles encuestadores y apocalípticos Tertulianos.

 Al final tuvimos desastre, si acaso eso es lo que buscábamos, pero no en la cosa electoral, que a fin de cuentas es algo que vemos como quien ve un viejo film de Mack Sennett, sino en el desarrollo del asunto taurino, que es lo que realmente nos había llevado hoy a desembolsar los 4,90 € que costaba la localidad, Andanada 9, Fila 1, número 56. La cosa vino mayormente por cuenta de la ganadería anunciada, que era la de El Sierro. Hay que recordar a la parroquia que esto de El Sierro era de encaste Atanasio hasta que en el 2009 el amo, que se llama don Luis Sánchez, decidió mandar al matadero todo menos unas cuantas vacas que las dejó para echárselas al charolés, y adquirió, con el gran muñidor Toño Matilla mediante, reses juampedreras de García Jiménez, jandillas charros. Así las cosas el bueno de don Luis, quejoso que andaba por no poder vender a nadie sus atanasios, pensó que el Santo Grial del juampedrismo le llevaría al camino deseado, en el que todos los toreros se matarían por poderse ver anunciados con sus sierros, aunque visto lo visto esta tarde tendremos que volver a reafirmarenos en la creencia de que el hombre propone y Dios dispone.

Lo que se anunció como una corrida de El Sierro acabó siendo una corrida concurso de ganaderías en la que se vieron novillos de hasta cinco hierros diferentes: el titular, el de Benjamín Gómez, el de Dolores Rufino, el de Guadajira y el de Vistalegre. Diez toros salieron por la puerta de chiqueros  y de ellos cuatro de El Sierro salieron de la Plaza por su propio pie, creando la mayor confusión en el elemento turista, que no entendía este espectáculo en el cual sale un toro que se desloma antes durante y después del paso por el penco y luego  salen unos bueyes bien criados que se lo llevan por donde salió. La cosa es que, para los amantes de las estadísticas, hoy, el toro, promediando, nos salió a 0,49 €, para que se vea que éste es el espectáculo más extremadamente barato de los que puedan verse en nuestros días. Y si barato nos salió el toro, no veas lo barata que fue la bazofia que mandó a Madrid el buenazo de don Luis, que seguro que sabe un montón de hornazos, pero que de ganadería va de repetidor sin suerte. De los seis pupilos con divisa encarnada y amarilla su condición más significativa fue la blandura y no hubo forma de que nada quedase para dejar mínimamente puesto el pabellón de los Sierro que la constatación de que los dos que se lidiaron eran de capa salpicada.
En los demás del concurso de ganaderías, obsequio inesperado del veedor de Las Verntas a la afición, hubo más cosas de interés: salió el tercero tris a las ocho y veinte de la tarde, Maletero, número 53, un cárdeno de los santacoloma de Benjamín Gómez, feo de cara, largo, alto, avacado, que se hizo el amo del ruedo yendo y viniendo sin que nadie realmente lo fijase; en varas desmontó a José María González sin darse importancia, acometió al caballo cuando quiso, con la cara muy alta,  poniendo los pitones en la rodilla del varilarguero, se dolió contundentemente en banderillas, gazapeó lo que quiso y no consintió en que su matador, el extremeño Juan Carlos Carballo, se arrimase a él para citarle, acudiendo siempre prestamente a la muleta a la distancia que él mismo fijó. Carballo estuvo por allí, siempre muy por debajo de las condiciones del animal, sin rendirse ni saber qué hacer. Le trapaceó de manera harto vulgarísima, demostró su infinita falta de concepción de faerna y el hombre no veía el momento de acabar con aquello. Entre el espadazo más efectivo que ortodoxo, la espectacular muerte del novillo y el tradicional rito de las tardanzas de los Ben-Hur de la mula, don Justo Polo consideró que había motivo para entregarle una oreja barata, devaluada y triste que el muchacho paseó por el anillo como si fuese oro molido, ahora que ha subido su cotización. Oreja mulillera, diríamos.

El siguiente toro de esta especie de Feria del Campo de hoy en Las Ventas fue el que siempre hubiese querido criar don Luis, el de El Sierro. La lástima es que lo habían criado los hijos de doña Dolores Rufino, que ostentan el histórico y venerado hierro de don Anastasio Martín, antigüedad 1844, profanado sobre las ancas juampedreras, esa metástasis del campo bravo. El animal atendía por Manijero, número 3, y era la perfecta máquina de embestir. Bien es cierto que no andaba sobrado de fuerzas, pero el bicho era la cosa más tonta que llevamos vista en toda la temporada, incluido el Cobradiezmos. Era tonto del haba, de baba y de capirote, se iba detrás de las telas como si no hubiese otra cosa en el mundo, se comía el engaño de manera humillada con una embestida tan sin intención, que parecía un perro persiguiendo un trapo. No creo que Andrés Jiménez "Gallo de Córdoba" vuelva a encontrarse en su vida torera con un bicho más tonto, más obediente y más servicial que el don nadie de Manijero, que, cuando le atropelló, porque el torero se puso en medio, y vio al muchacho tirado en el suelo, el novillo le miraba desde arriba y ni se le ocurrió tirar un derrote, simplemente se quedó estupefacto de lo que había hecho sin comprender nada.

El tercer toro reseñable de la tarde fue el quinto, un "castaño" según el programa oficial, más bien colorado e incluso retinto diríamos, pero se ve que hoy dejaron poner lo de las capas al becario, que los veterinarios oficiales estarían con lo del voto, lo mismo que el del cartel que anuncia los toros. Este novillo era de Guadajira, juampedreo extremeño, y atendía por Casiempuja, número 9, que ha tenido chispa y recorrido y una bonita embestida, no siendo la tonta del bote. Casiempuja puso en Las Ventas sus embestidas vibrantes y alegres y pedía a gritos un torero, pero se encontró enfrente con Ricardo Maldonado, de Valladolid, nuevo en esta Plaza, que fue incapaz de plantear frente al falso castaño una labor mínimamente ordenada tendente a armar lo que se dice una faena, por más que fuese jaleado de manera estruendosa por un nutrido grupo de óptimos amigos. En descargo del torero, que venía a Las Ventas con cinco corridas el año pasado y sin apoderado, diremos que tiene una planta elegante y que compone a veces una bonita figura, dones del Señor, pero que en el torero en sí mismo no ha dado un solo pase en el que no se viese a las claras su desmesurada falta de oficio y su poco interés por visitar los terrenos donde mana el toreo puro. Con su figura y mejores trazas toreras habría dejado mejor aroma, pero la verdad es que no dio ni uno.
 
Falta por reseñar el sexto (el décimo), Berreón, número 17 de Vistalegre, Domecq extremeños, que mató Gallo de Córdoba por absurdo percance de Juan Carlos Carballo al recibir al toro a porta gayola, de espaldas y de rodillas. El toro le pisó y se fue a la enfermería, y Gallo, consciente de que su toro se la había ido, no anduvo con fuelle ni ilusión, dejándonos salir de la Plaza a las diez menos cuarto, cuando ya los teléfonos móviles nos anunciaban que ningún Tertuliano había acertado en ninguna de sus predicciones electorales.


Paseo

A ver qué cae

La caló

La suplencia

La asistencia

La cucamona interesada de los Ben-Hur

Lío con las tablillas

La inconsciencia