miércoles, 10 de febrero de 2016

Tanques

Churchill



Ignacio Ruiz Quintano
Abc

De la plática de Salvador Sostres con Mariano Rajoy me quedé con que hay una derecha tontorrona que exigió del presidente mandar a los tanques a Cataluña. Tontorrona, tontorrona, es esa derecha, si esperó tal cosa del impasible (“sans peur et sans avis”) hombre de Pontevedra.

Cuando el gobierno lleva cuarenta años sin mandar nada en Cataluña (lo que Lenin, al que Pablemos el “Insurrepto” no ha leído, llamaba crisis de Estado), ¿por qué iba Mariano a mandar a los tanques? ¿Tanques hembras, provistos de ametralladora, o tanques machos, provistos de cañón?
El tanque es el lobo del cuento de la democracia española. Del tanque es mentira hasta el nombre, pues lo recibió para mentir sobre su objeto. Nadie lo inventó, según Churchill, promotor de su fabricación: “El coche blindado era hijo del aire, y el tanque, su nieto”.

El humo era el aliado y camarada del tanque.
A mí, desde luego, que serví en la Brunete bajo la égida de Felipe González, Gonzalón, se me fue la mili fumando.

Humo, aire, mentiras… Para justificar ante la militancia mostrenca sus escenas de sofá con la crema del franquismo, Carrillo inventó el “ruido de sables”, que le parecía más pijo que el de tanques (que no había).

El lenguaje nace de gritar siempre en broma “¡Que viene el lobo!” siendo mentira –dice Popper–. Entonces surge el problema de la verdad.
La verdad es que si mandan a las tanquetas a Barajas para sofocar una huelga salarial de controladores, ¿por qué dengues no mandar a Barcelona, no ya a los tanques, sino a un cartero con una notificación judicial para ventilar un golpe de Estado?

Decidido a sostener la Constitución Federal “con todos los recursos legales bajo mi poder”, en el 54, para hacer cumplir la orden de la Corte Suprema que declaraba inconstitucional la segregación en las escuelas, Eisenhower, sin el modelo de Rajoy, mandó a Arkansas a la 101 División Aerotransportada, cuyos paracaidistas escoltaron a los nueve estudiantes de Little Rock.