miércoles, 10 de febrero de 2016

Psicologías municipales

 Pueblo andaluz

Pueblo andaluz


Francisco Javier Gómez Izquierdo

Son miles las veces que no se me ocurre cómo rebatir evidentes desvaríos si estoy en conversación con conocidos más jóvenes y ¡qué les voy a contar si algún amigo de mi tierno infante me pregunta qué me parece esto o lo otro! Reconozco sin ninguna vergüenza que soy un antiguo que no entiendo la facilidad con la que el personal disculpa comportamientos criminales al tiempo que llevaría al paredón al que se salta un semáforo, pero lo que me ha hecho comprender definitivamente que mi educación me tiene totalmente descolocado en los tiempos que vivimos es que tanta perversión en  el sentido común campee sin miramientos entre los que deben velar por el buen gobierno, y sobre todo la Justicia.

      Todo Dios se rasga las vestiduras estos días ante las “deleznables” gamberradas de dos o tres vividores que buscan colegas con mano, para que les pasen unos euros con los que pagar sus vicios. Eso es lo que parecen los titiriteros contratados por la señora que hace de ministra de Cultura de Madrid. Dos o tres viciosos hechos a convivir con gente del talego y que sienten admiración por aquel Claudio Lavazza, asesino que necesita discípulos para justificar sus crímenes. La que hace de ministra de Cultura en Madrid es la responsable de la “deleznable” actuación de sus contratados y de varios disparates más en los que la baranda ha demostrado, si ignorancia, malo, por razones obvias, y si conocimiento, peor, porque entonces estaríamos ante un ser de superlativa vileza. Si a mí me hubiera pasado lo que a la representante mayor de la Cultura de Madrid  me hubiera suicidado,  porque ya tengo dicho que mi educación me impediría soportar tanta ignominia ante los ciudadanos que me pagan.

     A los afanadores que han hecho millones con los suelos de Madrid y del Reino de Valencia nunca les caerá -si les cae- pena justa. Si esa grey tuviera en verdad honor y vergüenza amanecería como Marat, desangrada en la bañera sin esperar a que nadie les pidiera la dimisión.

     Repito que soy un antiguo y por eso cada vez que veo al Guerrero socialista y  putero al que los camellos le pasaban  farlopa cambiando de periódico en una cafetería sevillana con esa sonrisa que les sale a los kies de primer grado en prisión, me doy cuenta de que son escasos los auténticos servidores del Estado y muy pocos los que aparcan su más o menos buena vida con el sano propósito de ayudar al prójimo. Sabido es que lo que escandaliza en el resto de España se considera arte en Andalucía y ya ni llama la atención el desfile de consejeros, directores generales y demás funcionarios escogidos dedocráticamente ante los tribunales.

    La última e ingeniosa trampa para colocar de por vida a colegas y amigos en los ayuntamientos se le ha ocurrido a un minerva al que habría que darle un Goya, un Oscar ó lo que sea. Para evitar que predomine el conocimiento del aspirante a policía municipal en una oposición -los temas ya son comunes para toda Andalucía y hay academias que preparan estupendamente- se habilita la gatera con un simple psicólogo, especie ésta por lo general dispuesta a lo que haga falta con tal que le señalen cuatro o cinco premisas para guiarse en su ocupación. Llegan unos opositores a un pueblo, preparados en una Academia de Málaga, que al parecer es el no va más, y sacan las mejores notas en el ejercicio escrito... pero entre las bases locales resulta que es preciso superar la entrevista con el psicólogo que ¡oh casualidad! ve más apto al sobrino, al primo y a un amigo del concejal que maneja el cotarro en el pueblo que fuere.

      No está de más señalar que el proceder andaluz es ya costumbre y no causa extrañeza tanto delincuente pillado in fraganti. Por lo que sea, es una manera de vivir a la siciliana, pero ¡eso sí y gracias a Dios!, sin pistolas. A estos corruptos no se les puede exigir dignidad, ética, seriedad y  demás  zarandajas. Es cosa de familias codiciosas que nunca abrazarán el suicidio si se les acusa por deshonor.