viernes, 3 de abril de 2015

Soledad

 Cartuja de Miraflores

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Entre Cristo y Cristo (sevillanos o castellanos, según el ánimo), tengo por costumbre, cada Viernes Santo, releer el “Sueño” de Jean-Paul Richter (“Discurso de Cristo muerto en lo alto del edificio del mundo: no hay Dios”), que tiene lugar en la iglesia de un cementerio inmenso. La eternidad reposa sobre el caos y lo roe; al roerlo, ella misma se devora lentamente. Todo el edificio del mundo va a derrumbarse ante nosotros. Los sepulcros se resquebrajan y los muertos avanzan hacia la resurrección. Aparece en el cielo un Cristo muerto. La multitud de las sombras corre a su encuentro con una angustia terrible: “¿No hay Dios?” Cristo desciende y dice: “He recorrido los mundos, subí hasta los soles y no encontré a Dios alguno; bajé hasta los últimos límites del universo, miré los abismos y grité: ‘Padre, ¿dónde estás?’ Pero no escuché sino la lluvia que caía en el precipicio. Y cuando busqué en el mundo inmenso el ojo de Dios, se fijó en mí una órbita vacía y sin fondo.” Los niños muertos se acercan a Cristo y le preguntan: “Jesús, ¿no tenemos padre?” Y él responde: “Todos somos huérfanos. Vosotros y yo. ¡Todos estamos sin Padre!”

    Cuando Erich Fromm estuvo de moda explicó la pasión del amor por esa necesidad de compañía que es el reconcomio de las criaturas desde la expulsión del Paraíso.

    Un día España quiso traducir las “saudades” portuguesas y dijo “soledad” (“¡Soledad tengo de ti!”, en el verso de Gil Vicnte), y Pemán sospechó que de la época en que esta palabra (acaso la más hermosa) tuvo su dejo más complicado y melancólico vino el llamar “soleares” a una copla andaluza.
    
Son ganas de ponerse ante esa creencia trascendental sin la cual ni siquiera puede producirse… arte (¿cómo sustituir la trágica soledad del torero por la soledad bufa del portero ante el penalti?).

    –Siempre querré saber cuál es la nueva metáfora de la esperanza, la nueva estética de la esperanza –tiene dicho el viejo Steiner.
    
Y sigue (seguimos) esperando.