jueves, 16 de abril de 2015

El aborto



Ignacio Ruiz Quintano
Abc

El mareo electoral de la derecha con el aborto está en el capítulo tercero del Buscón, donde Quevedo describe la olla del Dómine Cabra, que tenía una caja de hierro, toda agujereada como salvadera: “Abríala y metía un pedazo de tocino en ella, que la llenase, y tornábala a cerrar, y metíala colgando de un cordel en la olla, para que la diese algún zumo por los agujeros, y quedase para otro día el tocino”.

Parecióle después que, en esto, se gastaba mucho, y dio en solo asomar el tocino a la olla.
Cómo sería la olla que Pedro de la Preveyéndola, el tío que quiere arreglar la corrupción… “preveyéndola”, acabó votando en el Congreso a favor de la derecha, cuyos diputados “rebeldes” iban a votar en contra y se abstuvieron.

El tocino es el aborto (a eso hemos reducido el verdadero problema filosófico de nuestro tiempo), y los convidados, los votantes, que en España ni pinchan ni cortan, como acabamos de ver en las listas de las lideresas Aguirre y Cifuentes, que llevan de dios griego al alcalde de Getafe, un libertario que en su pueblo censura (¡por si acaso!) el rocanrol.

Liberalismo hispánico.

Los miembros de las Cortes Generales no estarán ligados por mandato imperativo –dice la Constitución.

Mas con la Constitución pasa como con el Quijote, que todo el mundo la alaba y nadie la lee.

La historia del mandato imperativo, que viene de la Revolución francesa, es muy entretenida, pero no nos cabe aquí. El caso es que nuestros diputados no son mandatarios de los votantes, sino de los jefes de listas, y por eso a unos diputados del partido del gobierno que querían votar en contra se los amenazó con una multa de 600 euros, que es lo que en Madrid te cobra la alcaldesa Botella por ir con una “mahou” por la Puerta del Sol.

¿Ausentarse? Dicen que eso sólo lo hizo Muñoz Grandes, que siendo vicepresidente riñó un día con Franco y, en vez de asistir al Consejo, marchó al bar de enfrente a tomar café, y que todo el mundo lo viera.