lunes, 20 de abril de 2015

Despeñaperros

Caracol el del Bulto al cante, y detrás, su hijo Manolo Caracol

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Ahora que, al fin, se había conseguido batir el registro de presión fiscal de la historia de España, inaugurar la campaña de recaudación con un “reality” televisivo como el de la Agencia Tributaria en casa de Rato, revela que el Estado es… Estadín.

    Históricamente, y por motivos que escapan al folio, nunca fue gran cosa ese Estado: el primorriverismo puso los cimientos sobre los cuales el franquismo afirmó los palos del sombrajo, quedando una cosa como la casa de Manzanita, verde que te quiero verde, que tiró de plantas mientras duró el parné.

    El Estado, ese invento italiano, responde en España (donde nadie conoce la distinción Estado-Gobierno) a una psicología resumida en la anécdota del exabrupto de Manolo el del Bulto, padre de Manolo Caracol, ante la locomotora que le había traído de Sevilla y que en el andén de Atocha le sacudió con un resoplido de vapor:

    –¡Esos cojones, en Despeñaperros!
    
A mí el resoplido de la locomotora del Estado a Rato me sorprendió en la barra del bar de al lado, donde, por cierto, todo el mundo sabe dónde está Despeñaperros, y no es en la casa de Rato, con lo que asistíamos a un número tragicómico, es decir, al resoplido de un Estado pequeñito al que le crecen los enanos, necesitado, ay, de resoplarle en el cogote a un juguete roto como Rato a imitación de como un Estado grande (“¡Es con voz de la Biblia, o verso de Walt Whitman, / que habría que llegar hasta ti, Cazador!”) resopla con un comando de “seals” en el cogote de Ben Laden.

    Gentes que confunden votar la listas de Rivera con la democracia representativa y la separación de poderes creen que el comando montoriano debió emplear formas, no ya las que propone el alemán Sloterdijk en su tratado sobre la fiscalidad voluntaria, pues tampoco la policía está para leer derechos, sino las del piloto del avión a Lubitz, el piloto que iba a estrellarlos: “¡Por el amor de Dios, abre la maldita puerta!”

    Sólo nos queda el tren botijo de Garicano.