jueves, 8 de enero de 2015

Pacto social



Hughes
Abc

Acabo de ver las noticias en la tele: “Los Reyes Magos descansan tras un ajetreado día”. Los niños ya deben de estar metiéndose en la cama. Es una noticia para adultos. Parece increíble hasta qué punto se respeta lo de la noche de reyes. Es el último reducto de lo mágico y de la fantasía -nacionalismos aparte-. Pemán tenía un personaje, un señor racionalista y progresista (cuando la izquierda era severa en lo formal), que la noche de reyes irrumpió en el cuarto de su hijo para sacarle del engaño: “Ese regalo no te lo ha traído nadie de Oriente, ¡te lo ha dado tu madre! ¡Afronta la realidad!”. El niño no le hacía ni caso, claro. Señores así no los encuentra uno ya. Sorprende que no haya ningún ecopacifista en contra de perpetuar una fantasía consumista que además ha perdido su sentido religioso. Más bien sucede lo contrario. El gran pacto social en España es el pacto en favor de la noche de reyes. La ilusión del niño, que diría Carmona, es lo más importante. Hoy iban los niños de casa en casa como cobradores (en una esquina, dos señores con pinta de ser cuñados intercambiaban con aire ilícito una tablet empaquetada). Uno de los recuerdos más vivos de mi infancia es sentir los golpes que daba en la pared el camello de Baltasar. Temiendo ser descubierto me embocé como si hiciese edredoning. Probablemente yo ya tenía poluciones nocturnas por entonces, pero era una sensación fuerte. A veces pienso que los niños nos engañan, que se hacen los tontos, que saben exactamente que los Reyes Magos están en el trastero de los padres. Además, si los jóvenes han ido reduciendo la edad en la que acceden a la información, el sexo o la tecnología, ¿cómo es posible que los niños aún se traguen el camelo?

Aún recuerdo el despertar de ese día seis en el que, aliviado, comprobé que Sus Majestades (vuesas mercedes, diría yo en una recepción real) me habían dejado el Diccionario Enciclopédico Larousse. Estaba ilustrado, mejor que internet. ¡Niño repelente!