Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Unos asesinos sarracenos han allanado en París una revista satírica para dar muerte a sus caricaturistas.
En París, pues, han disparado contra el pianista, algo que, según creencia general, sólo sucedía en las películas del Oeste.
A todos se nos viene encima la escena de Liberty Valance azotando hasta casi la muerte a Dutton Peabody, director del “Shinbone Star”, por una crítica editorial a las actividades de la banda.
En París, donde los enciclopedistas aceptaron la caricatura como mero divertimento (“hacer reír”), una revista satírica caricaturizó a Mahoma, y la venganza se ha cobrado una docena de muertos.
¡Nostalgia cultural de Europa!
Nostalgia de San Luis, que durante un asedio recibía de Saladino pollos y sorbetes helados, y nostalgia de Bernini, que representaba en su casa comedias irreverentes y daba caricaturas de papas y señores a una sociedad que sólo veía en ello un juego de agudezas.
¿Dónde está el misterio de la caricatura?
La caricatura, nos dice Alfonso Reyes, es una etimología de la persona: una investigación en las tendencias (“las cosas ‘son’ sus tendencias”), en las direcciones de un carácter. En la caricatura las tendencias son exageradas para mejor rastrearlas.
–Eurovisión en Azerbaiyán –me escribió un amigo cuando los azerbaiyanos ganaron el festival con “Running Scared”–. ¡Para que luego digan que la Alianza de Civilizaciones no ha servido para nada!
Era como una caricatura al zapaterismo, entonces rampante, empeñado en tapar la boca al mejor Chesterton: “Es imposible evitar un conflicto de civilizaciones, porque es imposible evitar un conflicto de ideales”.
Hay que ser muy cursi para despachar la matanza de París como “ataque en Francia contra la libertad de expresión”. Si fuera así, la respuesta sería tan sencilla como levantar la mano y decir: “Todos somos ‘Charlie Hebdo’.” Pero algo nos dice que, con la matanza de París, todo nuestro caricaturismo andante se va a ceñir… a papas y señores.