miércoles, 7 de enero de 2015

Lo mejor

Manolo Morán y nuestra cultura de feriantes
De lo bueno, lo mejor, y de lo mejor, lo superior


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Hoy, 7 de enero, comienza oficialmente el año 15.

    –¡Quince! ¡La Niña Bonita! –exclama, risueño, un amigo mío de Podemos (sector Echenique, o sea, un lúser), que cree que ya pasó lo peor, la Navidad, y que viene lo mejor, la Niña Bonita, que para él tampoco es Ana Obregón, sino la república, que nos sacará de pobres.

    Le digo que aquí esa república nunca sería presidencialista, y que estaríamos en las mismas: en la república federalista del pobre Pi (debió de enloquecer traduciendo a Proudhon), que bombardeó Alcira y dejó de pagar a los funcionarios, o en la república parlamentaria y “de trabajadores”, (un oxímoron, supongo) que en cinco años aprobó un solo presupuesto.

    Pero mi amigo es el típico ejemplo de español a quien le sale el orgullo sólo al quedarse sin dinero, y se mantiene en su posición, tan defendible, en cualquier caso, como la de esos transicionistas prósperos cuyo mejor argumento en defensa de la Santa Transición es que han sido “los mejores años de la historia de España”, la mitad de los cuales los pasamos a las órdenes de González y Zapatero.
    
Como tampoco es cosa de ponerse a comparar la España de Gonzalón y Zetapé con la de Cortés y Pizarro (¡ni con la de Joselito y Belmonte!), si oigo a un transicionista próspero repetir la gilipollez, sabré que se trata de un malentendido entre la historia personal del transicionista y la historia nacional de España, cuyas bondades económicas no tienen por qué coincidir.

    Es el caso de los politólogos de la Cuatro (Monedero, Cintora, Errejón…): pregúnteseles qué época de Roma (la de los Césares incluida) les parece más interesante, y, si son sinceros, contestarán que la de Berlusconi, porque es quien les pone el parnasillo desde el que proyectan sus lirismos y ocurrencias para ese gobierno de becarios que nos tienen prometido.

    Este modo de ponderar la excelencia nos viene de nuestra cultura de feriantes, donde todo es, de lo bueno, lo mejor, y de lo mejor, lo superior.