Francisco Javier Gómez Izquierdo
No sé cómo pedir disculpas ante la descomunal metedura de pata que un servidor perpetró ayer, acusando sin motivos, a un señor que no puede defenderse de mi injusto argumentario, pero lo voy a intentar.
Al Mansur Escudero no puede presionar a la Junta de Andalucía con ánimo de recuperar la Mezquita para celebrar el culto musulmán, porque es un señor que murió hace cuatro años en Almodóvar del Río, convencido de su fe y en un tiempo en el que sus apariciones en el patio de los naranjos, no pasaban de extravagancias de converso. Al Mansur fue el primer ariete que reclamó con vehemencia el lugar de oración al que siempre creyó tener derecho, pero a su muerte pareció enterrarse también el asunto.
Ayer, y como quiera que mis entradas en Salmonetes... obedecen a veces a impulsos revolucionados por la indignación que me producen noticias preocupantes por su carácter psicopático, se me descontrolaron los dedos sobre el teclado del ordenador y fui escribiendo conforme se me venían imágenes a mi alterado estado de ánimo con la portada de El País, los asesinatos de París y la nula importancia que da la sociedad a lo que me malicio está por pasarnos.
Veía al aspirante a alcalde Pedro Rodríguez, al joven Mariscal con cara de peso medio, a los consejeros de Izquierda Unida -casi todos cordobeses- de la Junta, en especial Elena Cortés y Ana Doblas, a Rafael Rodríguez y sus continuos retos a la Iglesia. El último, un plazo de tres meses para que el gobierno andaluz gestione la Mezquita, porque el edificio -dice edificio- es de todos los cordobeses.... y se me apareció Al Mansur con una alfombra bajo el brazo, que es como le recuerdo desde un día que lo encontré hablando ante un micrófono en la puerta de los Deanes.
No caí en que el hombre ya no vivía, y eso que a los pocos días de su muerte estuve en Almodóvar en un perol cordobesista y me señalaron su casa de Dar as-Salam. ¿Culpo a la memoria del desvarío? No. Confieso que lo escrito lo hice sin la mínima reflexión y sin el cuidado y el rigor que debo para quien tiene a bien leer lo que se me ocurre....y ya puestos a desnudarnos, confieso que mis estudios no pasaron del Bachiller por el plan antiguo, que no tengo títulos ni la mínima credencial que me legitime para escribir, y que si lo hago aquí es porque Don Ignacio me tiene en mucha estima y me animó a que lo hiciera sin obligaciones con total libertad, pero sin calcular los riesgos de mi evidente torpeza.
Avergonzado y sin más que añadir, reitero mis disculpas a don Ignacio y a todos los lectores que le reprochen, con razón, la ciega confianza que tiene en este veterano gamonalino, del que ya es imposible hacer carrera.