Hughes
Abc
La llegada de Alonso a Múnich tiene muchas lecturas. En primer lugar, Guardiola refuerza su apostolado con un futbolista que no necesita de ninguna pedagogía. Alonso es también un emblema del fútbol de toque. Por mucho que el tolosarra haya defendido la riqueza y pluralidad del fútbol y la legitimidad de otros estilos, su juego se adapta a lo que quiere Guardiola. No ha habido un medio que se le pareciera tanto como Alonso. Toque, celeridad mental, posesión, rotaciones y una autoconciencia táctica obsesiva.
Uno de los reproches que recibió Pep el año pasado fue, precisamente, su empecinamiento al pretender del vertical jugador alemán un fútbol distinto. Ante la imposible adulteración del espécimen balompédico teutón, que no se deja, Guardiola recurre al tipo ibérico. Ya estaba el navarro J avi Martínez y luego fichóa Thiago Alcántara.
Si el Barcelona trans-plantó el vivero holandés en los años de Van Gaal, ahora Guardiola españoliza al Bayern. Aunque la adquisición de Alonso parece una respuesta rápida a la lesión de Javi Martínez (se rompió los ligamentos de la rodilla izquierda), es algo más que eso. Alonso dará sentido al juego y será (lo ha sido en todos los equipos) la proyección de Pep en el campo (¡qué prodigio de gesticulaciones entre ambos!).
Lejos de arredrarse tras la derrota del año pasado, Guardiola da una vuelta de tuerca: el 3-4-3, que es el cruyffismo veinticinco años después del cruyffismo. Para eso necesita a Thiago y a Xabi Alonso. El reto deportivo es excitante. Es curioso y habla de la diferencia entre clubes que la derrota ante el Madrid no suponga un cambio de rumbo sino una profundización. Además de los mencionados, el club bávaro se ha reforzado con Juan Bernat, joven lateral del Valencia, y Pepe Reina, el «buenrollismo» de la Selección. Del Spanish Liverpool de Alonso y Benítez al «Spanischer Bayern» de Xabi Alonso y Pep.