Ignacio Ruiz Quintano
Abc
La partidocracia también tiene sus gorrones. Son los “bisas”, o representantes de la bisagra, partido que en un momento dado decide con sus votillos quién manda, a cambio de lo cual puede pedir Cultura, o chocolate del loro, que son los poetas, y Ordenación del Territorio, que es donde de verdad está la manteca “colorá”.
Durar más que un martillo en manteca “colorá” es la aspiración de los políticos de la partidocracia, para los que el Estado ejerce la misma atracción que el oro para los mineros de “La leyenda de la ciudad sin nombre”.
La irrupción de Pablo Iglesias en la partidocracia (como Cristo, que ya sabemos que es de Podemos, en el templo, pero con la coleta en lugar de un azote de cuerdas) ha puesto en dispersión a los demás bisas, y Sosa Wagner, que tiene nombre de mediocentro colombiano, pero que en realidad es quien despachó con un sobresaliente la tesina de Zapatero en León, ha dado la voz de alarma.
Como gorrón, el bisa es el gorrión que vive del grano que se le cae al caballo en el camino. Y son habas contadas, claro. De ahí el toque a rebato contra los mendigos profesionales de Pablemos.
–¡Son antisistema!
Pero hasta un profesor de Zapatero sabe que, en este sistema, antisistema sólo sería el partido que propugnara la sustitución del sistema electoral proporcional por el sistema electoral mayoritario, que es el único sistema admisible en una democracia formal. Todo lo demás es jugar a que viene el lobo, y el lobo de Podemos es otro tetón del Estado, sólo que con mayor necesidad, aunque disfrazada de justicia social, que es un invento italiano, mas no de Gramsci, como cree Monedero, sino de Taparelli, un jesuita de cuya idea se acabaría apropiando la socialdemocracia, esa hija progre del liberalismo que se quedó con todo el mercado de la cuestión social europea sin necesidad de pasar por la democracia ni el socialismo.
Los Pablemos quieren ser bisas, que, en su lenguaje, no es más que querer vivir como curas.